Denunciar las agresiones físicas, sexuales y psicológicas que sufrió durante toda su relación y cuando trató de terminar ésta, cambiaron por completo su vida y ahora sigue buscando justicia pese a todas las trabas a su paso.
Es la historia de C.J. ex sargento de la Policía dentro de la pesadilla que vivió y trata de terminar.
Relata que todo inició una vez que descubrió que su pareja le era infiel y trató de alejarse y la agrede brutalmente en al menos tres oportunidades, en una de estas la arrastró con su vehículo.
Tenía miedo de estar a solas con él, pero la chantajeó y sufrió una de las agresiones más brutales. “Me manda fotos íntimas que había tenido de mí, cuando yo me cambiaba de ropa me había sabido sacar fotos”, lamenta.
Con la amenaza de que dichas fotos serían públicas llega hasta el alojamiento donde permaneció por 3 días encerrada, golpeada y agredida sexualmente. Explica que en su desesperación trató de saltar por una ventana, “de tanto golpe, de tanto ser ultrajada, me quería botar por la ventana”, añade.
Recuerda que en todo ese tiempo pedía ayuda, pero esta no llegó hasta que le da una última golpiza y queda empapada de sangre y los trabajadores se asustan y llaman a la Policía.
Para entonces el agresor, tenía una orden de aprehensión, pero asegura que no la ejecutaron, ni cumplieron con el proceso, algo que fue recurrente. Cuando finalmente estuvo ante un juez por el primer caso asegura que su agresor fue beneficiado con detención domiciliaria sin cumplir con los requisitos que exige la ley.
Para entonces, en su contra habían iniciado una serie de procesos falsos, en uno de estos la acusaron de amenazar a una mujer con un arma.
“No había siquiera un informe de riñas o peleas ni nada, entonces lo rechaza el caso y ese es el motivo que me viene a buscar cuando yo estaba haciendo seguridad en la plaza”, lamenta.
Como represalia por salir librada del proceso interno, la agredió y la interceptó con un cuchillo: “Viene y me intenta cortar la cara, pongo mi brazo y me corta el brazo, estaba con mi chaleco antibalas y me patea en el vientre y yo lo único que me pensaba era que me iba a hacer más cosas, pero él se va y desaparece”.
Trata de buscar ayuda en la policía y no encuentra respuesta, paralelamente inician otro proceso en su contra por la vía judicial, asegura que su intención era orillarla a que retire las denuncias.
“Me sacan y me llevan al juzgado y mi agresor detrás de mí en su vehículo haciéndose la burla. Cuando el juez me ve se sorprende y dice como le han traído a su propia camarada con el uniforme, porque no han respetado su trabajo”, relata.
Cuando por segunda ocasión logra llevar a su agresor ante una juez por el ataque que sufrió y terminó con 10 días de impedimento, se sorprende al enterarse de que pruebas desaparecen y no pasa nada pese a que es reincidente: “En menos de un año ya me han sacado sentencia y yo con mis casos de violencia hasta ahorita no tengo una sentencia, ni del caso del 2021 recién va a haber el juicio”.
Por segunda vez busca ayuda en la institución, acude a instancias superiores, parece tener una esperanza con la promesa de un cambio de destino en otro departamento, pero termina siendo dada de baja: “De todos lados salgo siendo víctima de mis camaradas, de la Fiscalía, de los señores jueces y no sé dónde acudir”.
En un último intento de llegar a instancias superiores, clama al ministro de Gobierno escucharla: “Me ha dolido lo que ha hecho la policía, si han hecho eso a su propia camarada, qué están haciendo con otras mujeres, con otras víctimas que son ignorantes. Por eso le digo al ministro señor, ¿ahora entiende por qué las mujeres se matan con sus hijitos?, porque no hay justicia, no existe. ¿Qué están esperando que yo haga lo mismo?. Yo aceptaría mi baja con honor y saldría por la puerta grande si yo hubiera cometido un delito, pero yo no he cometido ningún delito. Esos funcionarios que hacen daño a las víctimas porque no creo que solamente sea a mí, están en su casa, están comiendo, están felices con sus hijos y yo estoy en la calle mendigando justicia”, finaliza.