La «dulce y maravillosa» abuela, Manuela Rodríguez, de 52 años no soportó más los llantos de su nieta Rosita de siete meses y enloquecida y fuera de sí la asesinó brutalmente. Poseída por una fuerza y un odio visceral no le pareció poco con matarla y sierra eléctrica en mano la descuartizó cortándole el cuello, el pecho y un hombro.
La familia compartía viviendas en dos plantas y era habitual que la abuela cuidase de las nietas cuando los padres se ausentaban por diversos motivos. Aquel día la madre había salido a trabajar y dejó a su hija con la abuela. Según ha relatado su abogado, Manuela siempre fue considerada una abuela «dulce y maravillosa» y desconoce si en algún momento estuvo ingresada por problemas psiquiátricos aunque sí pudo confirmar que en el momento de los hechos seguía un tratamiento contra la ansiedad.
Tras los llantos de Rosita, su nieta de siete meses de vida, no lo soportó más e intentó acallarla introduciéndole primero un calcentín en la boca. Sería esa maniobra lo que a la postre causaría la muerte de su nieta por asfixia. Algo que Manuela desconocía en ese momento porque ella continuó golpeándola presa de un ataque de rabia e ira.
Una vez acallada, Manuela cogió una sierra eléctrica y procedió a finalizar su trabajo. Para ello intentó descuartizar el cuerpo ya sin vida de Rosita cortándole el cuello, el pecho y finalmente el hombro. Cuando terminó su ataque de locurá, Manuela cogió el teléfono y llamó a su hija para darle la brutal noticia: «Lo hice, lo hice, la maté». Así fue como se lo relató a los agentes de policía cuando estos llegaron a su casa alertados por el aviso de la madre.
Lo que allí encontraron fue terrorífico: Manuela tirada en el suelo de la cocina con un tajo superficial en el cuello se había intentado suicidar sin lograrlo. El cuerpo de la bebé sobre el sofá entre un inmenso charco de sangre y una llave de tubo con la que golpeó su cabeza en varias ocasiones. También la sierra eléctrica enredada entre sábanas. Agencias