Históricamente, Alemania no fue conocido por sus resultados con la naranja, pero sus programas de desarrollo de talento joven, el fortalecimiento de su competencia interna -es top 3 en Europa hoy-, su histórica disciplina y la irrupción de una camada que juntó compromiso, determinación y talento para dar un golpe sobre la mesa mundial.
Si vamos a la historia, el primero lo dio en 1993, cuando en casa ganó el Europeo, tras vencer a Grecia en la semifinal y a Rusia, por uno, en la gran definición. Luego no pudo sostenerse hasta que emergió un tal Dirk Nowitzki. Con la estrella NBA surgiendo a nivel mundial fue cuarto (2001) y segundo (2005) a nivel europeo y le agregó un tercer puesto en el Mundial 2002. De hecho, de no haber sido por aquella tapa salvadora de nuestro Rubén Wolkowyski a 43 segundos de final, en aquella semifinal en Indianápolis, los germanos podrían haber jugado aquella final en USA…
Con el mejor jugador de su historia se mantuvieron competitivos pero no pudieron dar el gran golpe que sí lograron este domingo en Manila. Avisaron con el séptimo lugar en Tokio 2020, amenazaron fuerte con el tercer lugar del Europeo del año pasado y hoy conquistaron el mundo, tras vencer nada menos a Serbia en la gran final.
La nueva potencia contra un país con toda la tradición. No es casualidad que, además, haya sido campeón invicto: 8-0. Un equipazo, sobre todo, pero con brillantez individualidad. Dennis Schroder, su desequilibrante base NBA (Toronto Raptors), completó un Mundial de elite, con 28 puntos en el partido clave, para terminar llevándose el MVP. Pero Franz Wagner, otro NBA (Orlando Magic), también se destacó (19), sobre todo en el primer tiempo. Daniel Theis, esa muralla bien alemana que también juega en la NBA (Indiana Pacers), formó una dupla inexpugnable con Johannes Voigtman (tal vez la figura del juego: 12 y 8 rebotes) para anular a Milutinovic, el pivote serbia. Todos hicieron su trabajo para que Alemania ganara su primera Copa del Mundo. Agencias