Artabán y la historia de los cuatro Reyes Magos

La tradición del Día de Reyes tiene su origen en el nacimiento del hijo de Dios. La religión católica plantea que, después de peregrinar durante días, San José y la Virgen María se establecieron en medio de un pobre pesebre para acoger en este mundo al niño Jesús, mismo que recibió la visita de tres misteriosos hombres que le ofrendaron diversos regalos.

Melchor, Gaspar y Baltazar viajaron desde muy lejos para presenciar el nacimiento de quien sería el Rey de los judíos; guiados por la estrella de Belén y a bordo de un caballo, un camello y un elefante, los tres hombres encontraron al recién nacido entre la paja y los animales del pesebre mismo lugar en donde le obsequiaron mirra, oro e incienso.

Aunque la versión “oficial” apunta a que únicamente fueron tres Reyes Magos los que acudieron a visitar al recién nacido, un relato del siglo XIX escrito por el teólogo Henry Van Dyke cuenta la historia de Artabán, el cuarto Rey Mago del que poco se habla porque desafortunadamente nunca logró llegar a donde el niño Jesús se encontraba.

De acuerdo a la leyenda, Artabán era un hombre con barba larga y ojos nobles y profundos que vivía en el monte Uchita; poseía el don de enterarse de los más importantes acontecimientos de la época gracias a un oráculo, mismo que le avisó sobre la llegada de un gran ser de luz que traería perdón y redención a todos los pecados de la humanidad.

Por medio de una carta, Melchor, Gaspar y Baltazar avisaron a Artabán la buena nueva y lo invitaron a emprender el viaje que los llevaría a conocer al mesías. Fue así como los cuatro Reyes Magos se dieron cita en el poblado de Borsippa para comenzar su travesía siempre guiados por el astro de luz resplandeciente.

Cabe señalar que antes de llegar al punto de encuentro, Artabán planeó obsequiarle al recién nacido piedras preciosas entre las que destacan diamantes, jades y rubíes; lo que nunca tomó en cuenta fueron los infortunios que lo detendrían en el camino y que le impedirían llegar hasta donde el hijo de Dios se encontraba.

Justo antes de llegar a Borsippa, Artabán tropezó con un hombre que había sido robado y golpeado, sin dudarlo bajó de su caballo a brindarle ayuda e incluso le obsequió un diamante para ayudarle a recuperarse del trágico suceso.

Artabán siguió su camino hasta el punto donde se encontraría con Melchor, Gaspar y Baltazar, no obstante, al llegar no encontró a nadie, únicamente le dejaron una nota avisando que no podían esperar más y que habían emprendido ya el viaje.

Dicha situación no detuvo al cuarto Rey Mago quien estaba completamente convencido de querer conocer y encontrar al hijo de Dios así que continuó solo con la travesía. Por aquellos días la noticia de que el mesías había nacido ya se había expandido por todos los rincones inclusive llegó a oídos del Rey Herodes quien, cegado de ambición por el poder, mandó a matar a todos los menores de dos años que se encontraran en la región.

En el afán de proteger a su hijo, San José y la Virgen María no pudieron quedarse más tiempo en Belén y emprendieron un viaje hacia Egipto para ocultar al recién nacido, por ello, cuando Artabán por fin llegó al pesebre donde había nacido Jesús ya no encontró a nadie.

El cuarto Rey Mago no se dio por vencido pues soñaba con poder entregarle sus obsequios al hijo de Dios así que comenzó a seguir la pista de la familia, sin embargo, en el camino se encontró con un soldado que estaba a punto de asesinar a un infante por órdenes de Herodes y para detenerlo le ofreció el rubí que planeaba obsequiar al niño Jesús. Para su mala suerte, el jefe del soldado se percató de la acción y mandó a Artabán a prisión donde permaneció durante 33 años.

Al por fin salir de la cárcel pudo presenciar la crucifixión del mesías a quien nunca pudo entregar los obsequios que tenía para él. A pesar de los desafortunados eventos que este Rey Mago padeció, nunca perdió su empatía y sensibilidad por las personas vulnerables y fue así como en medio del cúmulo de gente que se había reunido a presenciar el deceso de Jesús, Artabán se percató que una esclava estaba siendo vendida y utilizó la última joya que tenía en su poder para comprar la libertad de la joven.

Decepcionado por no haber podido cumplir su misión, se sentó junto a una casa y pidió perdón a Jesús por no haber podido entregarle sus obsequios. Después del deceso del hijo de Dios la tierra tembló fuertemente y una roca cayó en la cabeza del Rey Mago, la leyenda cuenta que antes de perecer escuchó una voz que le dijo: “Todo lo que hiciste por los demás lo has hecho por mí, pero hoy estarás conmigo en el reino de los cielos”. Agencias