Se llama Nahum como el profeta del Antiguo Testamento porque cuando nació, veinticinco años atrás, el papá -Santos Bravo- era predicador evangélico. Sobre el significado del nombre hay varias versiones versiones: “lleno de consolación” y “el que da consuelo”. Él no hace honor a ninguno de los dos significados. La tarde del 25 de marzo mató a la hermana: le dio cuarenta cuchillazos. El padre y la madrastra murieron a causa de los tubazos que les dio su amigo mientras él intentaba que no se escaparan.
A los tres los tiró en una fosa en la que cambian aceite a vehículos, en el negocio de Santos en Nicaragua. Una semana más tarde, bajo el sol que provocaba una sensación térmica de 38 grados, en Semana Santa, hizo una fiesta en esa misma vivienda. Invitó a sus compinches, a los que limpiaron la casa cuando todo el lugar estaba lleno de sangre y a los que echaron tierra en la fosa. Dicen que se escuchó a Romeo Santos cantar su bachata a todo volumen.
El padre de Nahum era un pequeño empresario. Él nunca tuvo una buena relación con Santos ni con la madrastra, que lo crió en su niñez. Los problemas con la hermana eran de larga data. Lucía Leticia Bravo lo acusó por hurto, asedio y estafa. Frente a un juez mediaron y el 27 de febrero de 2012 Nahum se comprometió a devolver la computadora que le había robado.
Dionisio Bravo recuerda que su sobrino siempre fue ambicioso. “Le gustaba andar el plata”, dijo. Según el informe policial, Santos Bravo tenía depósitos por 200 mil dólares y más de 600 en efectivo, oro y joyas. Los investigadores creen que el crimen está relacionado con la herencia.
A Nahum Bravo le fascinaba ver series de narcotraficantes. Un amigo que no quiso identificarse lo recuerda elogiando a los capos de la droga y siempre atento a las series sobre la mafia que se han transmitido en Nicaragua, como “El Patrón del mal”, que aborda la vida de Pablo Escobar.
El 25 de marzo Santos Bravo salió de su casa, como todos los días. En general demoraba cuarenta minutos e iba religiosamente a comprar cuajadas a un barrio cercano. Nahum lo sabía. Después de asegurarse que el papá no estaba, entró a la casa y se encontró con su hermana Leticia.
Ante el primer descuido, la tomó del brazo y le tapó la boca. Le ordenó a Jairo Ugarte, alias “El Pelón”, que buscara una navaja en la cocina. Así lo relató el fiscal que llevó el caso durante el juicio. Nahum escuchó sin inmutarse.
Con una navaja amarilla que tenía sujetador de plástico “El Pelón” apuñaló más de cuarenta veces a Leticia. Le provocó una laceración hepática, pulmonar y una hemorragia masiva. Cuando ya estaba muerta, arrastraron el cuerpo hasta la cocina.
Frente al juez, detrás de su abogado, con los pies cruzados, Nahum miró fijamente al acusador sin un atisbo de tristeza. De acuerdo al expediente judicial, tras colaborar en el asesinato de su hermana, la dejó en el piso y lavó la navaja. No solo le echó agua: le puso jabón para lavar los platos, restregó la cuchilla y la juntó en el espacio donde se estaba la vajilla limpia.
Aquella tarde, cuando su padre regresó de comprar las cuajadas, “El Pelón” y Nahum lo estaban esperando. El primero con un bate de aluminio color azul, el segundo con un tubo que había sobrado de una construcción.
Nahum lo tomó por sorpresa de la espalda y le realizó una llave conocida como ‘El Popo’. Jairo Josué aprovechó y lanzó varios batazos en la cabeza: en principio no acertó y hasta lo golpeó en varias ocasiones a su compañero en el codo. No se rindió hasta que acertó, relató el fiscal. Nahum bajó el rostro. Luego de confirmar que su padre estaba muerto, revisó su ropa y robó de la cartera US$80.
Alrededor de las 17 llegó a la casa Rosibel Murillo, la madrastra. Los dos amigos la mataron de la misma forma: a tubazos. “La mujer a la que Nahum mató fue quien se preocupó por él y por su hermana cuando eran chiquitos, cuando los dejó su madre. Ella alistaba sus comidas para llevar a la escuela, les planchaba, les cocinaba”, contó un familiar.
Tres días después de los asesinatos, los familiares de Murillo empezaron a notar la ausencia de sus parientes. Nahum se apresuró a decir que habían viajado a un departamento ubicado a 110 kilómetros de la capital. Pero el olor lo delató y los vecinos llamaron a la policía. Así encontraron los tres cuerpos. Agencias