El circo Blue Star, con 13 artistas antes ganaba de 40 a 60 dólares por día, pero el virus truncó la actividad y deben sobrevivir con la venta de tapabocas.
Sus sonrisas no pueden verse, tapadas por el barbijo sobre su cara con un simpático maquillaje, pero a falta de circo, la venta de tapabocas algo deja en el bolsillo a unos artistas en Bolivia.
Chinchin, nombre artístico de Douglas Fernando Justiniano, tenía hasta ocho artistas para su circo Blue Star en Santa Cruz, la mayor ciudad de Bolivia.
Sumado a los miembros de su familia circense, juntaban 13 artistas en pista, llegando a ganar el equivalente a entre 40 y 60 dólares al día con sus funciones, incluso hasta 150 dólares en fines de semana.
El virus truncó ingresos
Pero vino “este mal, el virus”, relata este profesional del espectáculo, lo que obligó a la gente a quedarse en casa y su circo, que significa Estrella Azul en inglés, quedó con solo dos artistas más los miembros de su familia.
Los mayores pueden salir al paso con donaciones que les dan de arroz, fideos o azúcar, pero sus niños necesitan leche, pañales y otros productos de primera necesidad. Por eso su escenario ahora no es la carpa en la que muestran sus malabares y sus bromas para arrancar la admiración y las risas del público presente, sino un mercado donde venden barbijos que ellos mismos elaboran.
Una con lente protectora, otra sencilla y otra con filtro son las mascarillas que ofrecen para “ganarse la vida”, comenta Justiniano. La venta de tapabocas da para sacar entre unos quince y poco más de 20 dólares al día, lejos de lo que ganaban con su espectáculo bajo la enorme carpa azul.
Al menos sacan para una olla común, cocinada sobre un fuego de leña, porque hasta el gas se ha acabado ya.
“Pedimos a la gente que nos ayude”, recalca el artista, junto a un mensaje en el muro de acceso a su circo con el que agradece “cualquier colaboración”, porque no saben hasta cuando durará la cuarentena que los deja sin público.
Incluso aunque un día se levante la cuarentena por la emergencia sanitaria que obliga a quedarse en casa, estos artistas temen que durante un tiempo su trabajo tardará en recuperarse, pues “la gente no va a querer salir a las nueve o las diez de la noche” para ir al circo.
Este hombre de mediana edad recurre a redes sociales y otros canales para lanzar mensajes llamando a la solidaridad de la población en la ciudad, mientras mata el tiempo en el mantenimiento de unas gradas ahora vacías y otras tareas para que su circo no se arruine más. Agencias