Belleza colonial y leyenda oscura de la Cruel Martina

Asentado en un valle adornado con árboles y flores de gran colorido, Totora guarda en cada esquina la majestuosidad de su arquitectura colonial. Calles angostas y empinadas, casas con balcones de madera y templos religiosos hablan de un pasado marcado por la agricultura, el comercio y la influencia cultural traída por los colonizadores.

Entre sus tradiciones vigentes está el Festival Nacional del Piano, una celebración que rescata la costumbre colonial de tener un piano en casi cada hogar del municipio. «Antes era una tradición que cada familia tuviera su propio piano, y en la segunda planta de las casas siempre había un salón para eventos sociales», nos cuenta un poblador. Hoy, esa herencia musical se mantiene viva con un evento que reúne a músicos de todo el país cada octubre.

Especialmente destaca la vestimenta de los vaqueros, diseñada para resistir las espinas del monte y facilitar el trabajo con el ganado. «Este lazo sirve para arrear, cargar leña o cualquier cosa pesada», explica mientras señala los detalles del atuendo.

Pero Totora también guarda historias que estremecen. Visitamos la Casa de la Cruel Martina, el escenario donde nació la leyenda de esta mujer cuyo destino trágico se convirtió en mito popular.

La historia relata que Martina fue víctima del corregidor del pueblo, quien la violó en su propia casa. Producto de ese abuso, quedó embarazada. Al enterarse, Martina pronunció una frase que marcó el rumbo de la leyenda: «A su hijo se lo voy a devolver a su padre»

El relato popular cuenta que, Martina invitó al corregidor y a sus hombres a comer en su casa. Sin que ellos lo supieran, el plato que les sirvió —un chicharrón— estaba preparado con la carne del hijo ilegítimo fruto de aquella violación. Fue su manera de vengarse, de la humillación y el desprecio del pueblo contra ella.

La historia de la Cruel Martina se expandió más allá de Totora, inspirando canciones, poemas y relatos que mezclan tragedia, venganza y dolor en partes iguales. Hoy, su casa sigue en pie como un testimonio silencioso de aquella leyenda que todavía eriza la piel a quienes la escuchan.