Bolivia no quiere producir alimentos transgénicos, sin embargo los consume desde hace más de una década

La aprobación del Decreto Supremo 4232 que da vía libre para que en Bolivia se trabaje con semillas transgénicas de maíz, caña de azúcar, algodón, trigo y soya, levantó una ola de críticas en contra del Gobierno, a quienes acusan de ir en contra de lo establecido en la Constitución Política del Estado, que prohíbe la producción, importación y comercialización de organismos genéticamente modificados.

Sin embargo, en Bolivia ya se cosecha soya «transgénica» desde 2008, pero además se importa de otros países, sobre todo de EEUU y el Mercosur, varios alimentos elaborados en base a productos transgénicos.

Según una publicación de Los Tiempos, en el año 2018, los pequeños, medianos y grandes productores de Santa Cruz demandaban al gobierno de Evo Morales la autorización para «el uso de más productos transgénicos que resistan al cambio climático, las plagas y las malezas, como el maíz, el algodón y la caña de azúcar, argumentando que la medida mejorará los rendimientos y abaratará los costos de producción».

Entre los principales productos transgénicos derivados que la población boliviana ya viene consumiendo desde hace más de una década están los aceites y margarinas, alimentos para mascotas, bebidas a base de soya, leche saborizada, cereales, chocolates y dulces que contengan lecitina, panes y galletas, carnes preparadas y sopas instantáneas.

Según el IBCE, el principal productor de alimentos transgénicos del mundo es Estados Unidos, seguido de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay.

En la actualidad los productores bolivianos sufren la pérdida de sus cultivos por la sequía o las inundaciones que se registran anualmente en el país. Trabajar de mano con la biotecnología, bien regulada, favorecería la producción y por ende la exportación de alimentos.

QUÉ SON LOS TRANSGÉNICOS

El informe de Milenio dice que los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) fueron plantados por primera vez en 1996, a partir de la biotecnología; es decir, productos a los que se les han insertado genes de otra especie para lograr resultados concretos, (crecimiento más rápido, resistencia a plagas, tolerancia al frío o al calor, etc.).

Dos son las características centrales introducidas en los OGM: La mayor resistencia a los herbicidas, lo que posibilita eliminar las malezas sin afectar al producto; y la resistencia a los insectos mediante la inserción de una bacteria que les resulta letal.

¿REALMENTE SON DAÑINOS PARA LA SALUD?

En mayo del 2017, la Academia Nacional de Ciencia, Ingeniería y Medicina, principal organismo asesor de EEUU para temas científicos, informó en su estudio Genetically Engineered Crops, Experiences and Prospect (Cultivos de Ingeniería Genética, Experiencias y Perspectiva) que tras buscar indicios sobre posibles daños para la salud que sea directamente atribuible a alimentos transgénicos, sus expertos no encontraron evidencia alguna, ni mostraron diferencias entre los alimentos transgénicos y los convencionales que puedan implicar un mayor riesgo para la salud.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) también negó repercusiones por los organismos genéticamente modificados y ha sostenido desde 2002 que no «hay un peligro real para el medio ambiente». De hecho «no se ha demostrado efectos negativos sobre la salud humana de los OGM´s comercializados en la actualidad».

Sin embargo también existen otros estudios que aseguran que el consumo de alimentos transgénicos puede provocar: aparición de alergias, genes resistentes a los antibióticos en bacterias patógenas para el organismo, riesgo de envenenamiento debido a los residuos de agroquímicos en los alimentos, mutaciones genéticas, daños al hígado, entre otros males.