Boom de orgías virtuales y fiestas sexuales clandestinas en Colombia durante la pandemia

El sexo grupal virtual es una tendencia que ha crecido en Colombia durante la cuarentena, así como las fiestas clandestíanas.

Andrés* tiene 31 años y antes de que empezara la cuarentena en Bogotá solía frecuentar el circuito “underground” de bares, spas, saunas, y clubs privados que estaban especializados en organizar orgías y otros tipos de “eventos swingers” de los cuales participa por lo menos hace unos seis años.

Para Andrés la cuarentena ha significado abandonar esa práctica, o como él dice, “aplazar el gustico”, y encontrar nuevas formas de “reinventarse” para seguir practicando su gusto por el sexo grupal.

Una de ellas es una tendencia que está en auge en estos tiempos de aislamiento y que incluso se presenta como una salida económica para muchos de estos lugares que vivían de brindarles espacios seguros a sus clientes para que dieran rienda suelta a sus apetitos sexuales: las orgías virtuales.

“Muchos de los lugares donde iba antes de la cuarentena están comenzando a hostear -ser anfitriones- de encuentros virtuales entre grupos de personas que se reúnen para tener sexo”, afirma Andrés.

Plataformas como Zoom y principalmente Skype son usadas para este fin. A los participantes se les cobra un dinero por ingresar y una vez dentro pueden abrir salones privados con una más persona. De las sesiones participan personas solas o parejas, que se observan mientras intercambian mensajes excitantes y “lo que de la imaginación y las ganas”.

Las entradas a estas orgías virtuales pueden oscilar entre los 10 mil (2.6 USD) y 20 mil pesos (5.2 USD), dependiendo de la cantidad de personas y lo que se haya acordado que se puede hacer en la sala, explica “Cupido”* uno de los anfitriones de estas “orgías virtuales” que solía administrar un bar swinger en el sur de Bogotá que hoy permanece cerrado por la cuarentena.

Los eventos suelen ser promocionados por redes sociales, pero dirigidos a las redes de contactos que frecuentaban sitios swingeres antes de que se decretara el aislamiento, usan los mismos “influenciadores” y por sus perfiles promocionan los encuentros, después todo el rastro es borrado de las redes, para mantener el anonimato de los participantes y evitar cualquier lío legal.

Juan* es un joven de 24 años que ha participado en “orgías sexuales” desde antes de la cuarentena y dice que, aunque no es una práctica nueva si ha proliferado desde que la emergencia sanitaria impide salir a las calles. “Ahora uno ve muchas más salas de chats y le envían más invitaciones”, afirma.

“Yo empecé muy joven a joder con eso de las páginas porno y con las páginas webcam, en donde veía viejas transmitiendo y transmitía también. Ahí conocí gente muy abierta en este cuento. Con fetiches como el exhibicionismo y el voyerismo. Entonces un día una vieja me invitó a una especie de orgia virtual, en donde todos empezábamos jugando prendas, con preguntas y retos sexuales como abrir la ventana mientras se masturba o las parejas mientras tienen sexo. Todos empiezan haciendo preguntas calientes cómo en cualquier conversación. La idea es tener una bebida para coger más calor. Después de un tiempo las mujeres les piden a los hombres solteros que se empiecen a masturbar la mayoría con la ventana abierta, o a veces incluso algunos lo hacen desde su carro o lugares abiertos. Así mismo las mujeres y parejas hacen lo mismo”, narra.

Para la sexóloga Flavia Dos Santos el incremento de este tipo de prácticas son normales en un momento en que el mundo entero vive la incertidumbre de lo que pueda pasar con el coronavirus.

La gente siente que es el fin del mundo y decidió arriesgar – dice- esas prácticas siempre existieron, pero antes la gente se cohibía más a la hora de experimentar con el cuerpo, con la protección de una pantalla es mucho más fácil”.

Este tipo de prácticas son perseguidas por personas que buscan “algo de emociones y distracciones fuertes, de pronto la película o serie de Netflix ya no está teniendo efecto para mucha gente”. En este contexto es normal que muchos se pregunten “por qué no ir más allá, sacudir esto que parece no va a terminar nunca”, entonces toman riesgos pues “hay quienes piensan que de verdad se va a acabar el mundo y que pueden contagiarse y morirse, y sería un desperdicio no aprovechar la vida”.

Todo esto responde, según Dos Santos, a mecanismos de defensa del cerebro para “protegerse del stress y no tener que pensar, porque hay un miedo real a los contagios”.

El riesgo de las fiestas sexuales clandestinas

Luis* tiene 29, es de Bogotá y le gusta la rumba, vive solo en un apartamento donde se mudó poco antes de que se decretara la cuarentena, es aficionado al sexo en grupo y no ha podido practicarlo desde entonces.

Hace una semana estaba visitando perfiles en redes que solían promover “eventos” y se encontró con una publicación que hablaba de una fiesta sexual. Había un número al que escribió por WhatsApp.

Por ahí me contacté con una persona que me dio una fecha y un punto de encuentro. La fiesta iba a ser el sábado (6 de junio) había que pagar 50 mil pesos (13 USD) aunque si era menor de 21 años tenía descuento del 50%, me prometió que iba a tener la oportunidad de estar con 10 personas, y que la entrada cubría condones ilimitados”, dice.

El punto de encuentro fue fijado en la calle 63 con 13, frente al edificio del Sena en Bogotá, allí esperaba una persona que llevó a juan un par de calles a pie, “me dijo que el lugar de la fiesta era en un edificio cerca”.

Yo me asusté, no fui, pero alcancé a caminar unas cuadras con él, la verdad me dio miedo contagiarme o peor aún que me cogiera la policía”, sentencia.

Y ese riesgo no es menor, la Policía Metropolitana de Bogotá viene haciendo un seguimiento a las denuncias ciudadanas sobre fiestas clandestinas, las cuales proliferan por la ciudad en diferentes modalidades, desde apartamentos en el norte donde se reúnen jóvenes a beber licor y consumir drogas, hasta orgías organizadas en moteles donde grupos de 10 o más personas se citan para tener sexo.

Hace poco más de una semana la Policía realizó varios operativos en moteles de la ciudad encontrando unas 60 personas que violaron la cuarentena para tener sexo en los moteles de la Avenida Primero de Mayo.

Unos días antes, ya habían cerrado un motel del sector de Venecia, en la localidad de Tunjuelito por violar las medias sanitarias y operar sin permiso. En el operativo se encontraron a 12 personas en una misma habitación teniendo sexo grupal, a todas las multaron por incumplir la cuarentena con 936 mil pesos (247 USD) y enfrentan posibles cargos penales por violación de media sanitaria.

“Los que cogieron en Venecia lo que hicieron fue ofrecer plata a un motel para que les prestara el espacio y tener una orgía. Yo estuve a punto de asistir, pero al final decidí no ir, tengo varios amigos que fueron y ahora les quieren abrir procesos judiciales por tener sexo en grupo cuando es una actividad que no es prohibida”, dice Tatiana* una joven de 20 años que habló pidiendo reserva de su identidad.

Al respecto la sexóloga Flavia Dos Santos recuerda: “en el pasado han pasado cosas similares, cuando se desató la epidemia del sida también había grupos de personas que tenían sexo grupal y sin protección que trataban de arriesgarse”.

Para esta sexóloga, autora de libros como “¿Qué hago con el sexo?» o“Poliamor”, la respuesta extrema de violar la cuarentena responde a un lado propio del ser humano de “sentir que tenemos el comando, pero todos hemos aprendido en esta pandemia que no tenemos el control de absolutamente nada”.

Esa búsqueda de “tener el control, de ser dueño de sus vidas”, es un reflejo de la prohibición –“toda prohibición despierta la necesidad de transgresión”, resalta- puede llegar a ser hasta “infantil” pero que es una respuesta natural en un tiempo de gran incertidumbre.

“Hay otras personas que piensan: si me están quitando el control, yo pruebo en que puedo tener el control, yo salgo y tengo sexo grupal, voy a una fiesta, voy a una orgía y hago lo que quiero, casi que es algo un poco infantil, una transgresión infantil que quiere decir a mi nadie me manda y yo controlo mi vida, pero es más que todo un intento desesperado de sentir que estamos en control de nuestra vida. Ahora mismo nadie puede planear absolutamente nada, si va a tener vacaciones, trabajo, un encuentro, así que muchos para tener un sentido de control hacen es buscar esa transgresión en el sexo”, sostiene.

Para Dos Santos “el placer es algo tan individual y construido nuestro como las fantasías. Toda forma de placer es válida cuando no involucra sobrepasar a la otra persona”, por lo que prácticas como el sexo grupal o el intercambio de parejas no deben verse desde posturas moralistas “son filosofías y estilos de vida en las que se comparte con otras personas el deseo por la piel, por sentir el momento del sexo y del placer de manera distinta”.

Resalta que “queremos patologizar el deseo del otro porque nos asusta la libertad”. Pero matiza afirmando que, si bien el deseo por transgredir es entendible, “la prohibición en este momento nos reta a poner un poco más de cabeza y no solo entregarnos a esa necesidad de trasgredir por sentir que estamos en el comando”.

En Bogotá el número de contagios supera los 112 por cada 100 mil habitantes y su capacidad hospitalaria ya superó el 50% por lo que a partir del lunes 15 de junio la Alcaldía ha anunciado nuevas medidas más estrictas para controlar el cumplimiento de la cuarentena.