Caníbal se comió el corazón de su padre en un guisado

Las crónicas policiales hablaban de un caso espeluznante ocurrido en el partido bonaerense de Daireaux, un tranquilo pueblo fundado en 1852 con el nombre de Caseros que aquella vez estuvo en la boca de todos por “el Hannibal Lecter argentino”.

Raúl Ernesto Piñel, de 33 años, era detenido acusado de descuartizar a su padre y comer sus restos en un guiso donde lo habría cocinado “a la provenzal”. Así lo informaron los efectivos de la Comisaría local, quienes se encontraron con la macabra escena en el interior de la casa de la víctima, ubicada sobre la calle Antártida Argentina, entre Saavedra y Moreno.

 “Ahora a mi papá lo llevo bien adentro”, habría confesado el caníbal al abrir la puerta de la vivienda a los uniformados, que asistieron al lugar a raíz de la denuncia de un vecino de Raúl Prudencio Piñel, que en ese momento tenía 57 años. El testigo habría ido a buscar a su amigo para tomar mates, cuando notó la presencia de sangre en el piso y el olor nauseabundo que provenía de la estufa.

Es que, de acuerdo a lo que relataron los policías, además del suelo, las paredes y todo a su alrededor mostraban los restos del horror, mientras una olla todavía humeante permanecía sobre la salamandra. Más tarde, los investigadores determinaron que Piñel se había comido el corazón y los riñones de su padre, debido a que solo se encontraron algunos restos en el recipiente.

Esas partes habían sido cortadas y preparadas a la provenzal, mientras que las vísceras y trozos de la columna vertebral se encontraban esparcidos en distintos puntos del domicilio.

El parricida vivía en la casa de su madre, pero la noche previa al asesinato se fue a ver al padre con la supuesta intención de pasar ahí la noche e incluso se habría ofrecido a cocinar la cena, con el fin de llevar a cabo su plan sangriento.

Pese a que nunca se pudo establecer con certeza qué fue lo que pasó esa noche, si se pudo probar que Piñel golpeó a su padre, lo degolló y lo descuartizó con un cuchillo Tramontina para después picar el corazón, los riñones del hombre y se preparó un guiso a la provenzal.

Tras la detención, la primera hipótesis que se barajó en la causa fue la de un asesinato en el marco de una ofrenda o rito satanico, debido a que el autor del sangriento crimen era un reconocido “adorador del Diablo”, denominación que el mismo se había adjudicado en más de una oportunidad.

Sin embargo, una frase dicha por el asesino delante de los policías descartó esa teoría y giró la investigación a los antecedentes violentos del padre y el odio que por él sentía su hijo como el móvil. “Me las pagaste todas juntas”, habrían sido las palabras cuando lo detuvieron.

Finalmente, las pericias sobre la salud mental del homicida confirmaron que Piñel era un enfermo psiquiátrico que no pudo comprender la criminalidad de sus actos, tal como sospechaba el fiscal de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 1 de Trenque Lauquen, Omar Flores.

La Justicia lo declaró inimputable en 2011 y desde entonces quedó bajo la tutela de un Juzgado de Ejecución Penal debido a que es considerada una persona peligrosa para sí mismo y para otros. Agencias