Antenoche dejó de existir Tomás Rodríguez, quien durante sus años mozos fue conocido como ‘Chacha Puma’, en el ámbito de la lucha libre profesional. El martes 18 de agosto, a través de Doña Vicky, quien es propietaria de una tienda de abarrotes en Alto Llojeta en la ciudad de La Paz, muy cerca de donde vivía don Tomás, puso en evidencia la situación del anciano de 88 años, quien unos días había sufrido una caída y apenas podía moverse. Cuando lo encontró, hacía cuatro días que no probaba bocado ni tomaba un vaso de agua. La mujer de gran corazón logró movilizar a la comunidad. Efectivos del Grupo de Apoyo Civil a la Policía (Gacip) limpiaron su humilde habitación, hubo quienes donaron algunos muebles y le dieron un mejor aspecto.
En declaraciones a la red televisiva Unitel, la benefactora explicó que el domingo se le tomó una muestra de coronavirus, que salió negativa. Don Tomás fue fuerte como un león hasta el final, pues incluso, logró recuperarse de la caída y se encontraba en mejores condiciones.
Luchadores de la segunda generación, como les gusta llamarse a sí mismos a quienes “heredaron” la práctica de esta especialidad atlética, le llevaron alimentos, lo rodearon de confort y personal de un gimnasio fue a su vivienda, donde lo asearon y dieron lo más importante para cualquier ser humano, afecto. Sin embargo, da la impresión de que lo único que ansiaba el adulto mayor era volver a ver a alguno de sus familiares, antes de cerrar los ojos para siempre.
Doña Vicky contó que el lunes, se presentó una joven en el lugar para visitarlo. “Yo te conozco, tú eres mi nieta”, le dijo el anciano. La muchacha se echó a llorar y permaneció algún tiempo junto a quien reclamaba ser su abuelo. Conversaron largo rato. ¡Quién sabe si habrán hablado de otros parientes, el destino de ellos, su presente, el futuro de otros!
Por la noche, el esposo de doña Vicky se acercó a la pieza del abuelo y observó que había entrado en agonía. “Está muy mal”, informó a su compañera de vida y poco después, don Tomás falleció.
“Se fue feliz”, reveló la mujer, quien recordó al luchador como un hombre cordial, conversador, que narraba anécdotas de manera agradable y atrapaba la atención de sus interlocutores. Vecinos de Alto Llojeta organizaron el velorio y el entierro. Don Tomás se fue después de haber vivido plenamente y al haber cumplido su aspiración de ver a alguno de sus familiares, lo que había pedido una semana antes ante las cámaras televisivas, demostró que no necesitó de practicarle una “doble Nelson” a la vida para ganar también ese combate final.
Si bien las manos de don Tomás eran capaces de doblegar al más fuerte, eran también delicadas y aptas para reparar el complejo mecanismo de un reloj de engranajes minúsculos. Fue parte de la Asociación Mixta de Orfebres y Relojeros (AMOR), cuyos afiliados tienen sus talleres en el pasaje Juan XXIII, en la zona El Rosario, a tres cuadras de la Basílica de San Francisco. Se fue, pero queda en el recuerdo imborrable de quienes lo vieron luchar aquellas jornadas de adrenalina con la que hacía delirar al público en los cuadriláteros en los que se presentó a lo largo de unos 35 años de emociones y espectáculo sin igual. Paz en su tumba…