Cuando era solo una niña, los padres de Clemencia Cruz la mandaban a cuidar las ovejas de uno de sus tíos, labor que le impidió estudiar. En algún momento quisieron inscribirla en la escuela, pero ya era demasiado tarde.
Después le tocó acompañar a sus progenitores a Bermejo y, por último, cruzó al lado argentino ya más grandecita, y ahí conoció a su esposo. La pareja tampoco tuvo las cosas tan fáciles, en ese país se levantaban muy temprano y volvían tarde del trabajo. La realidad es que Clemencia nunca tuvo un momento para aprender a leer y escribir, y su esposo solo llegó a tercero básico.
Ese camino tan duro no lo quiso para sus hijos. Por eso, con todas las limitaciones de la vida de campo en la comunidad tarijeña Saire, se dio modos para sacarlos profesionales. Hoy, el mayor, Leandro Arce, es licenciado en Educación Física que radica en la capital chapaca, y la menor, Angélica, es licenciada en Auditoría, con residencia en Cochabamba.
Leandro recuerda los sacrificios que hizo Clemencia, los mismos que, involuntariamente, forjaron a una campeona de atletismo. “Ella siempre nos apoyó, nos dijo que teníamos que ser alguien, de tal modo que estemos preparados para la vida cuando ella no esté. Nos repetía que no quería que suframos como ella”, cuenta Leandro.
Cuando Leandro y Angélica comenzaron a asistir a la escuela, se quedaron por temporadas en casa de la abuela paterna, pero las cosas se complicaron cuando llegó el momento de subir en los niveles escolares. Por un tiempo, tanto Clemencia como sus hijos caminaban desde Saire hasta Padcaya, pero era demasiado lejos para cada día, siete kilómetros de ida y siete de vuelta, 14 en total.
Clemencia se dio cuenta de que era una tarea dura para sus hijos, así que les alquiló un cuarto en Padcaya. Ahora le tocaba a ella ir prácticamente a diario a visitarlos. “Venía casi todos los días desde allá para dejarnos cosas, plata o lo que nos hiciera falta. Le tiraba casi un día caminando, llegaba a las cuatro o cinco de la tarde, saliendo desde la mañana. Era nomás pesado”, valora Leandro.
El primogénito de Clemencia dice que ella siempre tuvo muy claro que los iba a sacar adelante, a pesar de las circunstancias, “siempre ha luchado”, se conmueve. Por esa razón, cuando él y su mamá se anotaron para competir en la carrera pedestre de 15 kilómetros, de apertura de las fiestas de la Virgen de Chaguaya, a Leandro no le importó dejar a medias su propio reto, para cuidar de su mamá.
En vez de buscar podio decidió quedarse porque eran 15 kilómetros los que debía correr a sus 58 años, temía algún un calambre, que le pase algo, y estando él lejos, lejos. “Yo solo quería ver que a ella le fuera bien. A partir del kilómetro 9 he ido con ella, fue bonito ver a mi mamá cruzar la meta, y aparte ganando, fue una emoción linda que no olvidaré fácilmente”, dice Leandro. Agencias