Cuidador de asilo confiesa mató 11 ancianos

Según su relato en España, asesinó a Roa Babues y Francisca Matilde. Y este año, a Montserrat Canalias y Joan Canal, muertos el 25 y 19 de septiembre; Lluís Salleras y Carme Vilanova, fallecidos el 21 y 18 de agosto, y a Isidra Garcia y Teresa Puig, que murieron el 28 de junio y el 14 de febrero.

A estas ocho primeras víctimas, las mató suminstrándoles una mezcla de barbitúricos y medicamentos mezclados en agua o con una sobredosis de insulina. Las autopsias que está llevando a cabo el Instituto de Medicina Legal de Girona de los ocho cuerpos que se exhumaron la semana pasada deberán confirmar esta versión.

Pero en los casos de Sabina Masllorens, Montserrat Guillament y Paquita Gironès, las tres últimas víctimas, se decantó por un líquido corrosivo. Y esa elección sacó a la luz su trama mortal. La noche del 17 de octubre ingresó Paquita Gironés en el Hospital de Olot con heridas provocadas por lejía que le había proporcionado Vila. El cuidador le suministró el líquido con una jeringuilla, pero la anciana escupió parte del corrosivo. Los médicos del centro hospitalario alertaron a los Mossos d’Esquadra, quienes abrieron una investigación que los llevó a detener pocas horas después al cuidador, que confesó el crimen.

Dos días más después de la detención, el celador también admitió haber matado con el mismo método a Masllorens i Guillamet, Joan Vila volvió a declarar ante el juez a petición propia y explicó que en la primera declaración no confesó todas las muertes porque estaba confuso y nervioso. «Hoy estoy más tranquilo y he dicho la verdad», aseguró, aunque no supo explicar por qué optó por cambiar de método y matar de forma más dolorosa a las tres últimas ancianas.

También repitió en más de una ocasión que no era consciente de lo que hacía: «Era como en los dibujos animados, que una persona sale de otra y hace algo». Vila tiene diagnosticado un trastorno obsesivo compulsivo con brotes depresivos por el que toma entre seis y siete pastillas al día. El empleado afirmó que trabajaba 15 horas diarias los sábados, domingos y festivos, y que, para aguantar el ritmo, al principio tomaba una bebida energética y luego optó por mezclar vino con la medicación «porque tenía más vitalidad». Agencias