De niño ansiaba que un superhéroe le diera clases. Ya de mayor, Jorge Manolo Villarroel se decidió a cumplir el que, probablemente, había pasado a ser el sueño de otros muchos. “Cambié mi personaje de profesor por el de Hombre Araña y mis alumnos quedaron fascinados”, relata el multifacético héroe de más de mil estudiantes.
La suspensión de las clases en el país ante la emergencia por el coronavirus ha llevado a muchos establecimientos a reinventarse. Algunos, como el colegio San Ignacio de La Paz, donde Villarroel imparte clases de artes plásticas a los alumnos de Primaria y Secundaria, se abrazaron a la tecnología para no retrasar el avance académico.
A un par de clicks de distancia de sus alumnos, y acostumbrado como estaba a siempre innovar, Villarroel aprovechó la adversidad y el cambio en la metodología de enseñanza para dar rienda suelta a su imaginación. Y a la de “sus niños”, quienes cada semana esperan impacientes las clases del que ahora se ha convertido en su “superhéroe”.
“De pequeño me gustaban mucho estos personajes y siempre imaginaba que alguno me venía a visitar, que me acompañaba al colegio o que me daba clases. En un momento vi mi máscara de Hombre Araña y dije: ¿por qué no puedo ser uno de ellos?”, cuenta el profe.
“La primera semana empecé como Hombre Araña y les fascinó. Después de finalizar una de las clases, un alumno me preguntó: ‘¿la próxima vez, qué superhéroe vas a ser?’ Y pasó a convertirse en una especie de identidad secreta que ellos iban imaginando”, continúa. Y tuvo que ingeniárselas rebuscando por casa telas, medias y cualquier otro harapo con el que pudiera dar vida a su siguiente personaje: Batman.
A éste le fueron sucediendo otros como Deadpool o Linterna Verde, con trajes confeccionados por él a base de la misma cantidad de ingenio que de tiempo. A cambio, sus alumnos le iban recompensando con, justamente, lo único que espera de ellos: sonrisas, ilusión y atención.
“Es llevarlos durante 45 minutos a otro mundo más bonito, que en muchos casos es su mundo. Es guiarlos pedagógicamente y darles una lección que, como nunca antes, están aprendiendo de forma rápida. Además los siento alegres”, dice.
Para facilitar la enseñanza, Villarroel se sirve de un gran aliado: Coco, su perrito, que lo acompaña en sus múltiples facetas. Si uno es Batman, el otro es Batiperro.
Y así, este “supermaestro” ha ido haciendo de la “nueva normalidad” un refugio en el que niños de 4°, 5° y 6° grado de Primaria y 1°, 2° y 3° de Secundaria encuentran mucho más que aprendizaje. Sus clases virtuales son un espacio en el cual poder seguir soñando e imaginando.
Aunque, reconoce, no es una tarea fácil. Además de alistar el traje de cada semana, Villarroel dedica horas -y horas- a preparar los temas que tiene que impartir a sus más de mil alumnos, los cuales incluyen videos y diapositivas.
“Empiezo a las siete de la mañana y termino a las 10 de la noche. Es muy cansador, pero me motiva la respuesta que obtengo de ellos”.
Con las escuelas cerradas y las aulas vacías, los maestros bolivianos conmemoran su día este 6 de junio volcados en -y convencidos- de su vocación. Contra todo pronóstico, la pandemia vino a evidenciar lo que algunos ya tenían claro: el amor por su trabajo.
Otra muestra de ello es la profesora Anyela Hisamar, quien una vez a la semana visita un medio de comunicación del municipio de Villazón para llegar con matemáticas y lenguaje a aquellos niños a los que la educación virtual no alcanza.
Hisamar es docente de 4° de Primaria del colegio Franz Tamayo de esta población fronteriza del departamento de Potosí. A sus alumnos, a los que diariamente imparte clases a través de plataformas como Zoom o Google ClassRoom, se han sumado otros que, pese a ella no verlos, la siguen con atención desde el área rural a través de la radio, la televisión o, incluso, Facebook Live.
“Educa Tv Radial es un proyecto que busca llegar, especialmente, a los niños que no pueden pasar clases virtuales por motivos económicos, por falta de equipos o por falta de acceso a internet. Entonces, llegamos a ellos mediante medios de información como la radio y la televisión”, sostiene Hisamar.
LEÓN CAMINA 70 KILÓMETROS PARA LLEGAR A SUS ALUMNOS.
De lunes a viernes, de 16:00 a 18:00, mamás y papás sintonizan “Educa Tv Radial”, un programa que vino a cambiar su cotidianidad hace ya un mes y medio. “Estas clases son impartidas por profesores de las diferentes unidades educativas de Villazón y se van alternando en nivel inicial, primaria y secundaria. Hay medios que colaboran con la transmisión de manera desinteresada y cada profesor dispone de 30 minutos”, señala la docente.
Aunque en esta metodología no está contemplada la parte evaluativa, al final de cada clase los maestros dejan ejercicios para que los pequeños puedan practicar y reforzar lo aprendido. Asimismo, hacen uso de sus capacidades lúdicas y creativas para hacer sesiones atractivas y conquistar la atención de quienes los escuchan y/o los ven.
“Las clases tienen tres momentos: el inicio, el desarrollo y el cierre. En la actividad inicial tiene que haber una motivación para los niños. En mi caso, siempre empezamos con cuentos, con historias. Y de a poco vamos adentrándonos en el contenido para que en los últimos cinco minutos fijemos lo aprendido”, cuenta Hisamar.
Apasionada por su profesión, esta nueva experiencia representa para ella “una oportunidad muy grande”. Hisamar se siente “muy agradecida” de formar parte de esta “bonita experiencia” que le permite disfrutar doblemente de lo que más le gusta hacer: enseñar.
“Uno no imaginaría que de estas situaciones pueda salir algo bueno, pero en mi vida esto es algo muy positivo, porque mi vocación de docente va mucho más allá de mi aula o municipio, ya que a través de Facebook estas clases se ven, incluso, a nivel internacional”, concluye.
EL MAESTRO CAMINANTE
Cada viernes, como obligaba la terminación de su número de carnet antes de la flexibilización de la cuarentena, Wilson León camina unos 70 kilómetros para llegar desde su comunidad, Cororo, hasta Lomán, en el área rural de Chuquisaca, donde está la “escuelita”.
“Llego, preparo los materiales de matemáticas y lenguaje y de ahí camino a través del campo disperso y voy casa por casa visitando a cada uno de mis 12 alumnos para darles las tareas y explicarles de qué manera tienen que hacerlas. Les dejo hojas impresas y, el viernes de la siguiente semana, las recojo y les doy otro tipo de trabajos”, cuenta este maestro de 4° y 6° de primaria. O de “multigrado”, como él lo llama.
Consciente de la situación socioeconómica de sus estudiantes, León decidió sacrificar su tiempo -y sus pies- para que ellos “no se olviden de leer”. Aunque su cometido le cueste ocho horas de caminata.
“Son niños del área rural que no tienen tecnología, los recursos ni los medios. Viendo la realidad, tenía que ir nomás hasta el lugar para poderles entregar y recoger sus trabajos”, relata. Además, algunos de ellos no hablan castellano, por lo que León hace uso del quechua para que todos tengan acceso a “una buena comprensión”.
Sin tecnología al alcance, pero con una mente rebosante de ideas, León elabora “cartillas y trabajitos sencillos, como lecturas comprensivas con algunas preguntas y algunos matemáticos, primordiales para la formación” de unos niños que, gracias a él, tienen la oportunidad de seguir aprendiendo en una gigantesca aula llamada naturaleza.
Luego de que su historia se hiciese viral después de ser publicada por Página Siete, la revista Cars and Lifestyles SRL inició la campaña “Una moto para el profe” que rápidamente llegó a su objetivo: recaudar 1.600 dólares para que León pueda seguir con su noble labor de enseñar, inspirar y cambiar la vida de sus alumnos sin que la distancia sea un peso más en su ya repleta mochila. Agencias