A finales de 2006 Pedro Pablo Nakada Ludeña bajo el seudónimo del ‘Apóstol maldito’ fue titular y portada de prensa, al confesar sin mayor remordimiento haber matado a 25 personas “para limpiar al Perú de la escoria” y ser visto como “un salvador”.
“Odio a los homosexuales, los maricones no merecen vivir. Tampoco los alcohólicos, las prostitutas ni los drogadictos. Mi misión es limpiar todo eso”, repetía el hombre cuando fue detenido en la comisaría de Huaral el 28 de diciembre de 2006.
Su frialdad al contar sus crímenes y su afán de ser visto como “un salvador” lo convirtieron en el asesino serial más sanguinario de la historia de Perú, sin embargo, pese a su delito, fue declarado inimputable y cumple un encierro de 35 años en el pabellón psiquiátrico del penal de Lurigancho.
UNA INFANCIA OSCURA
Pedro Pablo Nakada Ludeña nació en José y María, El Agustino, el 28 de febrero de 1973. Su infancia estuvo marcada por el abuso y la violencia. “Nací odiando”, dijo Nakada. Recuerda que cuando era niño su padre golpeaba a su madre hasta verla sangrar, en la escuela, sufría bullying y en su casa era sometido a vejaciones sexuales por sus hermanos.
Nakada contó en el interrogatorio que sus hermanos mayores le pintaban la boca de rojo y le ponían ropa de mujer. “Me decían la ‘Negra Tomasa’ y así me sacaban a la calle”. Además, dijo a los policías, “mis hermanos me violaron y hacían que les practique sexo oral”.
A penas de que no logró concluir el tercer grado de la primaria, fue un hábil mecánico. En 1990 cuando tenía 17 años, ingresó como voluntario al Ejército Peruano: allí, según refirió su amigo y vecino, Víctor Genaro Nakamura Solís, él aspiraba a conseguir algo de autoridad y poder para “exterminar a los enemigos de Dios”. Sin embargo, los planes de Pedro no salieron como esperaba, luego de dos meses lo echaron al considerar que padecía esquizofrenia paranoide y tenía tendencias psicópatas.
EL APÓSTOL DE LA MUERTE
1 de enero del 2005, ‘El apóstol maldito’ cobró su primera víctima, un hombre de 26 años que estaba en la playa, cuando de pronto recibió un disparo que le atravesó el tórax y el abdomen.
“Yo no soy un criminal, soy un limpiador, he librado a la sociedad de homosexuales y vagabundos. Sólo trato de purificar la tierra de prostitutas, drogadictos, homosexuales y asaltantes”, explicó el asesino serial.
Desde ese año hasta su captura por la policía de Huaral mató a 25 personas. Entre sus víctimas figura una mujer de 50 años, un taxista y sus dos pasajeros, un cosmetólogo, una joven de 15 años y más. A todos les disparaba en la nuca “para que no sufran” y luego rezaba un rosario y los enterraba.
“¿Qué siento cuando mato? Siento que ayudo. ¿A qué? A que la gente cambie. Quiero que haya paz. Maté a 25 personas para limpiar el mundo de la escoria”, indicó, pero no solo asesinó a gente “corrompida”, sino personas inocentes como una niña a la cual le disparó para quitarle su bicicleta. “Tuve que hacerlo para poder conseguir dinero, balas y seguir la misión de Dios”, dijo sobre este caso.
DETENCIÓN, JUICIO Y POLÉMICA
El 28 de diciembre del 2006, decenas de efectivos policiales de la Dirincri acudieron hasta el taller mecánico en que trabajaba Pedro y lo capturaron, pero en medio de la intervención un agente fue herido de bala. La detención del asesino serial sucedió en un momento muy oportuno, ya que frustraron su próximo ataque. “Yo quería meter una granada de guerra a una discoteca para que mueran todos los corruptos y perdidos, pero me atraparon”, explicó.
A pesar de que él pedía la pena de muerte, “pido un fusilamiento… algo práctico… así como hice con la gente… les metí un tiro en la cabeza”, fu condenado a 35 años de prisión y enviado al penal de Lurigancho, dónde intento suicidar en más de una ocasión.
Sin embargo, meses después un nuevo informe psiquiátrico ordenó su reclusión en el pabellón de enfermos mentales, pues padecía de esquizofrenia paranoide, situación que lo volvió inimputable, lo cual causó indignación en el país.
Las leyes peruanas precisaron que al cumplir su condena sea liberado, pero especialistas recomiendan que no suceda porque seguirá cometiendo los mismos ilícitos. “Cuando salga libre seguiré cumpliendo mi misión purificadora”. Agencias