El Betis es mejor equipo que este Barcelona. Por eso está por encima en la clasificación. Por eso ocupa puestos europeos. Por eso venció en el Camp Nou gracias a otro gol de Juanmi, uno de aquellos delanteros que merecían salir del anonimato mediático. Xavi Hernández, recibido como el Mesías, no tiene herramientas para arrancar del lodo a un equipo en retroceso y que juega cada vez peor. Fue su primera derrota como técnico azulgrana. Un feo prólogo ante el duelo frente al Bayern en el que los azulgrana se jugarán la vida en la Champions.
Ya podían discutir Jordi Alba y Riqui Puig y repartirse culpas en la transición que costó el partido al Barcelona. Canales, cabeza bien alta, avanzó deslizándose sin que nadie fuera capaz de seguirle. Dejó en el suelo a De Jong con despiadada soltura. Y Juanmi, que se dispuso a celebrar su noveno gol en la Liga, no tuvo más que aprovechar que Tello lo dejó solo ante Ter Stegen. Tan fácil. Tan crudo.
Recordar duele. Y Philippe Coutinho nos obliga a ello cada vez que taconea sobre el césped. El talento sigue ahí. Nunca se pierde. Comenzó el chico el partido con un sombrero, con un taconazo, con un recorte, con un tirito al primer palo. Un deleite estético. Recursos artísticos con los que el brasileño siempre convivió, pero que antes tenían un sentido. Ahora no. Ya no queda nada tras la cabriola y el orgasmo fingido, sólo una absurda esperanza. La misma que atormenta al Barça. El espectador que acudió al Camp Nou pudo presenciar en un mismo partido, y en apenas un acto, el crepúsculo de Coutinho. Un apagón coordinado con su propio equipo, insípido y frustrado una vez se diluyeron las burbujas del amanecer.
Xavi Hernández, pese a la delicada posición en la Liga, pese a enfrentarse a un Betis que es uno de sus rivales directos por los puestos europeos, estableció las prioridades. Piqué, Frenkie de Jong y Dembélé quedaron en el banco de inicio ante la perspectiva de que los tres asomen en el equipo titular en Múnich.