A sus 31 años, Boris Vargas esquivó la muerte, o al menos eso piensa, después de que su cuñado falleciera con su mismo diagnóstico hace un año: cáncer en la cavidad oral. Los especialistas sospechan que esta enfermedad no transmisible está de alguna manera relacionada con el boleo o acullico de hoja de coca y coinciden en que urge una investigación científica para confirmar o descartar esta posibilidad.
“Si no mal recuerdo, boleo desde los 18 años por lo menos, justamente cuando empecé a trabajar”, dice Vargas, que se desempeña en el rubro de la construcción y el pintado de edificaciones. Hasta antes del diagnóstico era un habitual consumidor de hoja de coca, combinada con estevia, y ocasionalmente con alcohol (cerveza).
El boleo de coca está generalizado entre los trabajadores de varios rubros, principalmente entre los hombres jóvenes. Los vendedores colocan una cantidad de hoja en una bolsa de nailon e inmediatamente la machucan con un combo sobre un tronco de madera. Así está lista para su venta al paso para choferes, albañiles, serenos y obreros del campo, quienes más la consumen.
“Desayunábamos, y desde las ocho y media era estar todo el día, hasta las doce, con el bolo. Después almorzaba, descansaba un rato y otra vez. A veces hacía horario continuo y (el boleo) era seguido. Se puede decir que estaba por lo menos unas doce horas continuas (con acullico)”, cuenta Vargas.
Luis Achá Vargas es cirujano general y cirujano de cabeza y cuello de la Caja Petrolera de Salud. “Sólo en los últimos cuatro a cinco años han empezado a haber carcinomas de boca que están relacionadas con el consumo de coca, el acullico, el boleo. Antes no había, seguramente porque la costumbre no era tan acentuada”, comenta.
Según el especialista, las áreas más afectadas de los pacientes que atiende son la lengua, el piso de boca, la encía o gíngiva, el trígono retromolar y la mucosa yugal, es decir el lugar del cachete donde queda almacenada la coca por mucho tiempo.
Los consumidores habituales suelen masticar la coca y acumularla en una parte de la boca hasta que se forme un bolo que se queda en ese lugar por largo tiempo, mientras la coca hace el efecto esperado, que es poner en estado de alerta y crear una sensación de agudeza mental.
“Siempre me salían ampollitas en la boca, en el cachete (mucosa yugal), pero no me hubiera dado cuenta de esto si no haya sido por mi cuñado que tuvo lo mismo: carcinoma de células escamosas. Él tenía 32 años y falleció, aguantó cuatro meses con esto”, dice Vargas. Su cuñado trabajaba en el campo explotando madera. En sus últimos cuatro meses de vida fue diagnosticado con cáncer en la lengua, pero en realidad sufrió con llagas en la boca por casi durante dos años.
Los especialistas coinciden en que la mayor parte de pacientes afectados son hombres, trabajadores del campo y con edades que oscilan entre los 30 y 45 años, o incluso más jóvenes.
Las pequeñas heridas, lesiones o llagas que producen las hojas de coca en la masticación cotidiana son el principio de la enfermedad. Los pacientes “tienen traumatismos en la boca; por ese adormecimiento que produce la hoja, no los sienten, presentan lesiones de distinto tipo en lengua y mucosa yugal, y con el tiempo se transforma en cáncer”.
“Mi papá viene hace 5 a 6 años con este problema, según los médicos. Y él dice que sí, le salía una ampollita y se perdía, eso cada vez… En noviembre del año pasado empezó a sentirse peor, con dolores de cabeza intensos, porque mi familia llevaba de acá esa coca machucada, de sabores. Ya la ampolla no desaparecía. Nunca nos avisó”, relata Heredia. Sabe que su padre ‘coquea’ desde sus 12 años, y que era habitual que mezclara la coca con las bebidas alcohólicas.
“Empieza en una pequeña lesión y el paciente no se da cuenta porque, al masticar coca y tener esa parte adormecida, la lesión sigue irritándose. Cuando el paciente se da cuenta, está en un estadio relativamente avanzado”, explica Pablo Ortiz, cirujano maxilofacial y presidente del Colegio de Odontólogos de Santa Cruz. Agencias