Édgar Ariel Tancara perteneció a la policía boliviana el año de 1997, pero eligió “pasarse” al bando del hampa. Según los internos de la cárcel del Abra, Tancara ya tenía mandamiento de libertad, pero se quedó al frente del penal porque era “su negocio” y ganaba mucho más que estando fuera del precinto.
Édgar Ariel Tancara Sandagorda creció con muchas carencias y frustraciones por la ausencia emocional de su madre y la falta de recursos. A los 21 años se convirtió en padre y sus necesidades se multiplicaron. Quiso ser policía y en 1997 lo logró, pero no duró mucho en la institución verde olivo porque fue dado de baja, tras cometer irregularidades. Los policías que trabajaban entonces recuerdan que Tancara estuvo en una unidad de investigación, la ex Policía Técnica Judicial (PTJ).
Al salir de la institución trabajó en una línea de trufis y también como taxista, pero según un pariente su hijo se enfermó y “volvió a la delincuencia”.
PELIGROSO AUTERO
Comenzó robando accesorios e hizo amistad con otros auteros como El Pecas, Los Senas. Después, El Tancara se convirtió en monrrero y su amigo incondicional, desde la adolescencia, fue Iván Castro Gamboa. Con él formó una banda e integraron a Óscar Padilla Cáceres El Oscarín y al Lunarejo, según fuentes de Inteligencia.
ROBO Y VOLTEO
Armado, El Tancara también cometió atracos. Acumuló 22 denuncias por robos agravados a librecambistas, tentativas de homicidios, el secuestro de un niño de 12 años, el robo de 102.000 bolivianos de una caja del Banco Ganadero en la Udabol y la quema de un guardia en una empresa de helados.
Las mismas fuentes describieron que antes de que fuera aprehendido, existían informes sobre su participación en el volteo de droga y dinero de narcotraficantes entrando en sus casas. Con el mismo jefe hacían volteos.
RÉGIMEN DE TERROR
El Tancara quiso convertirse en el nuevo administrador de los recursos de El Abra. Tentó con dinero a David Huanca, la mano derecha de Alcaraz administrador de ingresos en la cárcel y lo convenció de dopar al delegado dándole un mate.
El 24 de diciembre de 2007, Edgar Ariel Tancara, Richard Cáceres y Jason, El Bicho, entraron en la habitación y asesinaron a Ronald Alcaraz a golpes y con varias puñaladas. Y allí consolidó su imagen de gánster. Se autoproclamó delegado general del penal y escogió, entre los más cercanos a él, a otros delegados de diversas áreas.
GÁNSTER MÁS TEMIDO
El Tancara salía del penal cuando quería, acompañado de sus custodios, para consumir bebidas y delinquir en provincias y zonas residenciales de la ciudad, según informes de Inteligencia. En dos ocasiones fue sorprendido in fraganti.
El Tancara andaba en el penal armado, al igual que sus guardaespaldas, El Pilas y El Tovar. Su crueldad era temida dentro y fuera del penal. Se esforzaba en mantener, delante de las cámaras de televisión, la imagen de que El Abra era un recinto modelo. Por eso, cuando un abogado denunció que su cliente había sido vejado sexualmente, ante un canal de televisión, por no haber pagado un soborno, El Tancara, vía telefónica, amenazó de muerte al defensor “por hablar mal de El Abra” y a la periodista le advirtió “que cuide a su familia”.
Decenas de ciudadanos que sufrieron el robo de sus vehículos, aconsejados por otras personas, fueron a El Abra para pedirle a El Tancara que “les ayude” a recuperarlos. Él lo hacía a cambio de un monto de dinero en dólares.
TORTURAS Y EXTORSIÓN
Tancara inventó una serie de torturas para mantener a los internos de El Abra a su servicio. Los extorsionó, los intimidó, los corrompió, humilló y vejó hasta convertirlos en “sus perros”. Las historias de torturas son escalofriantes y muchas de ellas fueron conocidas por el exdirector de Régimen Penitenciario, por el exgobernador de la cárcel y por jueces en las audiencias. Todos se hicieron de la vista gorda, respaldando así el poder del gánster.
RIQUEZA Y MUERTE
El Tancara tenía múltiples bienes, producto de las extorsiones y robos. Durante el motín, los reos dijeron que se jactaba de que su fortuna superaba el millón de dólares y recién se había comprado una mansión en Sacaba. Tenía “palacios” y lotes en la zona sur, vehículos y le compraba motos de carrera carísimas a uno de sus dos hijos.
La noche del 14 de septiembre, Tancara bailaba en el patio de El Abra con su pareja Romina, cuando unos encapuchados le dieron tres tiros. Otro le cortó la garganta y varios reclusos le clavaron alfileres y llaves en las heridas. Luego le llenaron de galletas la boca. “Era una forma de decirle: seguí comiendo hambriento, porque su ambición era muy grande”, cuenta un testigo.
Según la mujer que convivió con él, Tancara fue asesinado por su amigo de infancia Iván Castro y por Jason Angulo. “Tuvieron un problema, a una chica la habían dopado y violado, Ariel se enojó por eso, porque odiaba a los violadores”. Sin embargo, una de las torturas que El Tancara ordenaba contra quienes no querían, o no podían, pagar todos los sobornos impuestos, era la violencia sexual. Otras versiones aseguran que los asesinos fueron El Lucifer y El Joel. Lo cierto es que en El Abra, nadie lloró por la partida del gánster. Opinión
EL TANCARA MILAGROSO
La tumba de Edgar Tancara es la más visitada, un delincuente conocido como el Gánster de la Llajta quien murió por una pugna de poder en la cárcel del Abra, ahora hay gente que lo considera milagroso y lo visita en el cementerio para pedirle favores y principalmente recuperar cosas perdidas y robadas.
Una mujer que trabajaba ahí, confirma la presencia de seres que deambulan por el lugar sin poder ser vistos, pero sí escuchados. El sitio de las almas perdidas guarda un aire denso y especial. Martha cuenta que muchos van al lugar a “pedir favores a las almitas”. Incluso, admite que uno le fue concedido.
Explicó que las características de los sitios con mayor carga paranormal son aquellos donde sucedieron hechos emblemáticos, presencia de cuerpos, entre otros. Las historias que guarda el cementerio son infinitas. Otra de ellas es la del exdelegado de la cárcel de El Abra, que murió en la matanza de El Abra, Édgar Tancara. “Los nueve días que pasaron después de su muerte se escuchaban disparos, como si siguiera ahí en una pelea”, contó Marta. Agencias