Bruce McArthur era un jardinero respetado, con una buena cartera de clientes que le permitía vivir sin problemas en Toronto (Canadá). En enero de 2018, esa imagen se rompió para siempre, al ser detenido como sospechoso de la desaparición y posible muerte de varios miembros de la comunidad homosexual de la ciudad. Ahora, sin inmutarse, ha ido reconociendo una a una hasta ocho muertes, ocho asesinatos en primer grado de gays a los que se había perdido la pista entre 2010 y 2017.
Fue el 18 de enero de 2018 cuando McArthur fue arrestado en su casa, inicialmente por el asesinato de dos hombres. Con el curso de las investigaciones policiales, se ha sabido que sus víctimas son al menos ocho. Todos varones homosexuales adultos, de entre 37 y 58 años, y en su mayoría pertenecientes a minorías étnicas.
Los nombres fueron leídos ante un tribunal, de forma solemne, y el investigado fue asintiendo cada vez. Todos, los mató a todos, dice. Otro joven se salvó, porque cuando fue arrestado tenía en su vivienda a otra víctima, maniatada.
Policías y forenses, con perros y radares, han estado todo este año investigando en un centenar de lugares, en busca de cuerpos. La mayoría de las localizaciones inspeccionadas eran casas o fincas en las que McArhur trabajaba como jardinero. En una de ellas, en grandes macetas, se encontraron varios de los cuerpos, lo que quedaba de ellos. Los demás, los tiró en un barranco. Descuartizados. «Una carnicería», resumía uno de los agentes a la prensa local.
Al parecer, todos los asesinatos tenían una motivación sexual detrás e incluso se ha visto cierta escenificación y cuidado en ellos. En algunos casos, se quedaba con algunos recuerdos de sus víctimas, como joyas y cuadernos. Todos los hombres fueron asesinados durante una agresión sexual o mientras estaban «confinadas ilegalmente».
McArthur, que ahora tiene 67 años, contrajo matrimonio a los 35 y tuvo un hijo y una hija. Sin embargo, según la informó la CBC, en 1999 se convirtió en una figura reconocida en la escena gay de Toronto. Skandaraj Navaratnam, quien habría mantenido una relación sentimental con McArthur, fue reportado desaparecido en 2010. El primero. Kevin Nash, un hombre que conoció a la pareja, afirma que se mantuvieron juntos hasta 2008 y recuerda al presunto asesino como «un hombre bien presentado, agradable, cortés y aparentemente heterosexual».
«Tenía clientes maravillosos y era amable y generoso con ellos», dijo Karen Fraser, la propietaria de la casa en Mallory Crescent donde fueron encontrados restos humanos de las víctimas de McCarthur. El jardinero tenía un acuerdo con los ancianos residentes en la casa para almacenar allí su equipo, a cambio de cuidar su césped gratis. Lo que esa mujer no sabía es que, pese a que en el campo profesional todo el mundo hablaba bien de él, ya tenía dos investigaciones por casos sospechosos sobre sus espaldas: fue condenado en 2001 por atacar a un prostituto con un barra metálica y, más recientemente, en 2016, fue interrogado después de que un hombre denunciara que intentó estrangularlo. Sin embargo, las autoridades nunca le imputaron nada. Aún antes, en 2003, recibió una sentencia condicional por otro tipo de delito, un asalto, que no conocía ni su familia.
La acertada actuación policial ha evitado que John sea la novena víctima de Bruce McArthur, el ‘jardinero asesino’ de Toronto. Los agentes entraron en su vivienda cuando estaba a punto de estrangular a este otro hombre que estaba atado a la cama y con la cabeza cubierta con una bolsa.
Bruce McArthur, el ‘jardinero asesino’, tiene el perfil del malo de una película con el agravante de que es una persona real que se ha cobrado el trágico balance de ocho vidas. Sus víctimas eran en su mayoría de inmigrantes y tras los registros efectuados en la vivienda de McArthur los investigadores encontraron un pendrive con ocho carpetas, una para cada víctima con imágenes de todos ellos. En las fotografías algunas de las víctimas aparecían desnudas, otras con un cigarrillo o con los ojos cerrados.
El procedimiento era similar en todos los casos, después de estrangularlos les afeitaba la cabeza y la barba para después guardar el pelo en bolsas de plástico. Agencias