Apenas uno se asoma a la puerta del mercado, el olor a coca penetra con fuerza. Atrás quedaron los gases lacrimógenos y las fogatas de septiembre y octubre; hoy los productores están en sus galpones y venden taque tras taque, mientras que otros sacan por el garaje los bultos cargados en sus espaldas, uno tras otro, como hormigas.
El movimiento en la sede de la Asociación Departamental de Productores de Coca de La Paz (Adepcoca) ha vuelto a la normalidad, o así parece. Todos los galpones están llenos, allí algunos socios pesan la coca, otros la colocan en bolsas plásticas, después en sacos de yute -que lleva el sello de legalidad- y salen directo a los vehículos que están estacionados afuera, en la zona de Villa Fátima.
El entusiasmo ha vuelto, pero la única preocupación que tienen es que cada vez el precio de la coca baja más. “Nos estamos levantando después de haber recuperado nuestro mercado. Ahora lo que nos preocupa es el bajo precio”, dice Juan Cocarico, uno de los líderes de la nueva directiva de Adepcoca, quien detrás del barbijo oculta un bolo de coca que mantiene a un lado de la mejilla mientras habla.
Hasta hace un año y medio el taque de la hoja estándar, es decir 50 libras, costaba 1.500 bolivianos, incluso hasta 2.000 bolivianos, en algunos casos. Ahora el precio cayó a 1.000 bolivianos.
“La coca peruana que entra de contrabando al país es lo que nos está arruinando. Nadie controla y por eso se vende más barato, el taque cuesta 500 bolivianos, la mitad de lo que nosotros vendemos y eso parece que la gente prefiere”, lamenta Cocarico.
Según el dirigente cocalero, la coca peruana no sirve para pijchar, para el uso tradicional. “Esta coca es más grande que la nuestra, no tiene sabor y nosotros creemos que su destino es ilícito, no hay otra explicación”.
La carga de coca peruana ingresa al país por puntos fronterizos ilegales, llega a Oruro y a La Paz, y en esta ciudad se vende en lugares específicos que la dirigencia evita decir.