Lo llamaron “el monstruo de los Andes”. Entre los años 1969 y 1980 mató, según él mismo confesó, a unas 350 niñas en Colombia, Perú y Ecuador. La mayoría de sus víctimas eran pequeñas de entre 9 y 12 años. El modus operandi de López era seguir a las pequeñas que iban a los mercados con su madre. Esperaba el tiempo necesario a que las niñas quedaran solas, las atraía con algún regalo, y luego se las llevaba a un lugar desierto, las violaba y las estrangulaba.
López nació en octubre de 1948 en la localidad de Ipiales, Colombia, y su niñez fue marcada por la violencia y los abusos. La madre del pequeño Pedro, ejercía la prostitución en su propia casa.
A los nueve años, Pedro fue descubierto tratando de abusar de una de sus hermanas, y entonces la mujer optó por echar a su hijo de la casa para siempre. Pedro fue levantado de la calle por un hombre que resultó ser un pedófilo, que lo abusó durante mucho tiempo.
Pedro buscaba las menores “con los ojos más inocentes”, según él mismo le contó luego a la policía, “las atraía con regalos, abusaba de ellas y las estrangulaba”. Un grupo de vecinos de Ayacucho sospecharon de él y lo encontraron cuando se llevaba a una niña de 10 años. Los ciudadanos lo atraparon, lo enterraron vivo para dejarlo morir, pero una religiosa que pasaba por allí lo rescató y lo salvó.
Fue, Ecuador, cuando una inundación local hizo que se descubrieran -mientras se buscaban a las víctimas- los cadáveres de cuatro niñas que habían desparecido un tiempo antes. El macabro descubrimiento hizo que la ciudad se pusiera en guardia y, tres días después, vieron a López llevándose una pequeña de 12 años, que comenzó a gritar. Allí, el hombre fue inmediatamente arrestado y relacionado con las otras cuatro pequeñas que había desaparecido.
Más tarde, el asesino serial acordó llevar a la policía al lugar donde había realizado un entierro masivo, y allí encontraron los cadáveres de otras 53 víctimas, todos de niñas de entre 8 y 12 años.
Entre Colombia, Ecuador y Perú, el asesino confesó haber asesinado un total de 350 menores.
Pero lo cierto es que entonces, en 1980, López fue sentenciado a cumplir la pena máxima que establecía la justicia ecuatoriana: 16 años. Una pena pequeña para la cantidad de asesinatos cometidos. Dos años antes de finalizar su condena, el criminal serial fue liberado de la prisión García Moreno donde estaba recluido y deportado a una entidad psiquiátrica colombiana. A pesar de todo, luego de pasar cuatro años en el centro de psiquiatría de Colombia, el hombre fue liberado luego de pagar una fianza de apenas 50 dólares y la obligación de seguir un tratamiento psicológico y presentarse a la justicia una vez por mes.
Pero esta presentación jamás ocurrió. En 1998, el “monstruo de los Andes” se esfumó para siempre. De acuerdo con La Vanguardia, la última persona que vio a López fue su madre Benilda. El criminal la habría visitado, y le habría pedido: “Madrecita, arrodíllese que voy a echarle una bendición”. Luego, le habría sacado dinero y se habría ido de allí.