El pico es cada vez más alto y Bolivia puede sobrepasar los 160.000 casos

Deberíamos estar en la cima. Hoy (miércoles 27) tendría que comenzar el pico de contagios en Bolivia y la tendencia de la curva epidemiológica debería ir en descenso hacia finales de junio hasta entrar en un largo y manejable ‘valle de contagios’ de coronavirus. Nada de eso ha sucedido. La salida de control de Santa Cruz y Beni ha alejado el pico máximo (el día en el que se diagnostiquen más contagios por coronavirus) hasta finales de junio y, cuando se esperan un total de 38.000 casos y 800 muertes en todo el país. No obstante, si se llegan a descontrolar Cochabamba y La Paz, el pico de contagios se podría alejar aún más y el país podría llegar a registrar más de 160.000 casos. Así lo anunció Virgilio Prieto, director nacional de Epidemiología.

Tomando en cuenta que la tasa de letalidad en el país varía entre el 4% y el 5%, para ese momento estaríamos lamentando la muerte de entre 6.400 a 8.000 personas.

Y las perspectivas no son nada alentadoras. Prieto explica que el futuro de la pandemia dependerá mucho del comportamiento de las áreas metropolitanas. Con Santa Cruz marcando arriba de los 300 casos por día, con un solo laboratorio público, apoyado por dos privados, más el de la Caja Nacional de Salud, cuando comience a trabajar el laboratorio de El Remanso (que se retrasa cada semana por falta de reactivos), estas cifran subirán aún más. A eso se suma la decisión de La Paz y El Alto de reestablecer el transporte público y los dos focos fuertes de contagio en Cochabamba.

De arriba a abajo

Según Prieto, La Paz ha avanzado en la cuarentena con reportes diarios bajos y le han asegurado que esto se debe a la correcta política de aislar contactos de casos positivos que tienen en la sede de Gobierno, pero no se lo escucha muy convencido cuando lo comenta.

El director nacional de Epidemiología desconfía de los datos porque no ha habido encapsulamientos y son pocos los casos leves y graves aislados.

Fernando Romero, ejecutivo del Sindicado de Ramas Médicas en Salud (Sirmes) de La Paz, afirma que no tienen confianza en los registros epidemiológicos paceños porque se están haciendo muy pocas pruebas por falta de reactivos. “Ahora nos dicen que los 400.000 test que compraron, tardarán en llegar. Estamos muy alarmados con este silencio epidemiológico de La Paz. Hemos visto lo que sucedió en Beni y en Oruro, y tememos que pase lo mismo en La Paz, donde esta semana han comenzado a trabajar 11.000 minibuses en El Alto, y las próximas semanas estarán trabajando 11.000 más en La Paz. Estamos preparándonos para una tormenta, pero tenemos muy poco con qué luchar”, dice.

Explica que La Paz hace entre 30 y 40 test por día, cuando necesitaría 1.000 o 2.000 para tener una idea más justa de lo que está sucediendo. Mientras contaba esto, Romero iniciaba una huelga de hambre exigiendo más ítems y condiciones para trabajar. Cree que su departamento debería estar en alerta máxima, porque un solo paciente asintomático en un minibús puede causar estragos.

Y el problema es que el sistema hospitalario puede saturarse rápido. Romero calcula que a los 600 casos de coronavirus confirmados, La Paz comenzará a tener problemas serios. “Deberíamos tener 2.000 camas y hay 200. Nunca llegaron los equipos. La prueba más clara de eso es que el lunes había un anciano que necesitaba una cama de terapia intensiva, por problemas de Covid.19, pero no encontró en el sistema público y a duras penas halló espacio en el privado. Estamos saturados”, dice.

Para Romero, esta crisis la agravó el Gobierno por dedicarse a la campaña electoral en lugar de enfrentar con todo el desafío sanitario que se le avecinaba y no ven un plan de contingencia pensado en La Paz, como la instalación de hospitales de campaña como se están construyendo en el estacionamiento del Hospital Japonés, en Santa Cruz de la Sierra.

“Ni siquiera han previsto eso, no hay absolutamente nada. En el hospital de Clínicas, que es como el San Juan de Dios en Santa Cruz, están vaciando oficinas y dormitorios de médicos para habilitar nuevos espacios, porque la demanda es terrible. No se olvide que estamos entrando a invierno y las neumonías, asmas e influenza suben mucho. No hay un plan, comenzaron pensando en la reelección y hoy tienen que reorganizar por tercera vez su Ministerio de Salud. Estamos pagando las consecuencias de las malas políticas”, protestó Romero.

Prieto también está preocupado por la vuelta de los micros. Explica que la cultura boliviana no da para confiarse de que la gente sabrá mantener la distancia social y observará las reglas de conducta. Menciona como ejemplo uno de los primeros casos con síntomas leves que trataron de mantener aislado en su domicilio. Este no solo terminó contagiando a toda su familia, sino que también continuaba trabajando como taxista en Uber y no se tiene ni idea a cuántas personas contagió.

Por eso, Prieto se molesta cuando se quiere comparar a Bolivia con Uruguay, que frenó el coronavirus sin necesidad de cuarentena. “Es la sociedad más educada de Sudamérica, hace décadas. La separa solo un río de Buenos Aires y mientras en Argentina todos los años hay dengue, en Uruguay no hay, porque no hay criaderos. Esto es una cuestión cultural”, dice el jefe nacional de Epidemiología, y para demostrarlo, preguntó: “Dígame, ¿ha visto otro país donde apedreen y expulsen a los médicos en lugar de aplaudirlos?”.

En Cochabamba, las cosas han comenzado a acelerarse. Con más de 30 casos por día, Javier Castillo, jefe de Epidemiología del Servicio Departamental de Salud de ese departamento, se muestra preocupado. Explica que entre el área metropolitana y el trópico de Cochabamba están los dos focos de contagio y en ambos casos ve que hay relajamiento en las medidas como la cuarentena y el distanciamiento social, por lo que está seguro de que las peores proyecciones se harán posible.

Le preocupa, especialmente, el aislamiento hospitalario en Cochabamba, ya que en las familias cochabambinas hay muy poca posibilidad de disponer de ambientes exclusivos para un aislamiento doméstico de casos positivos. “Estamos viendo que nuestro sistema hospitalario se está saturando con casos leves de Covid-19 y, lamentablemente, no estamos viendo la evolución muy rápida de los recuperados. En algunos casos, vamos por la tercera muerta y siguen dando positivo”, dijo Catillo.

Consultado sobre si establecerán albergues en escuelas para casos leves o si piensan instalar hospitales de campaña, explica que se analizarán estrategias para el futuro, que tienen reuniones pendientes para definirlas, pero hay un factor social que impide que se habiliten escuelas como albergues. “Nos rechazan. Es un problema serio el que se nos presenta”, lamentó Castillo.

Sobre Chapare, explica que la mayor parte de los casos se están presentando en la localidad de Entre Ríos, cerca a los límites con Santa Cruz, que ha visto también aumentar los casos y las muertes en Yapacaní. “Esperemos que no se disparen”, auguró Castillo.

En Santa Cruz fue donde se dio la voz de alarma de que la curva se había acelerado y las cosas se estaban saliendo de control. “Controlamos la enfermedad durante 60 días, pero en los últimos 10, se nos disparó”, admite Carlos Hurtado, uno de los médicos del Sedes. En las proyecciones iniciales, se tenía que hasta mayo habría 5.000 casos en el departamento, pero si se cuenta de más de 300 por día, esta cifra quedará corta.

Ahí, Hurtado habla directamente al vecino: Si las medidas de mitigación no van acompañadas de contención, no sirven. La población es muy importante, porque la enfermedad está en la casa y en los mercados. Sabemos que se han sacrificado mucho, pero no es suficiente”, dice.

Ahora, la estrategia cruceña implementa un paso más. A los centros de internación de pacientes leves, como el Ana Medina o San Isidro, buscarán implementar centros de aislamiento de contactos, que son mayores en número que las pruebas totales realizadas. Están viendo cuál es el mejor lugar para hacerlo, pero necesitan una respuesta urgente para evitar que la enfermedad se siga propagando a este ritmo. A ello se sumarán otras medidas, como el retiro de los permisos para mercados móviles, que reunían 1.000 o 2.000 personas en cada rotonda sin control.

“Se nos viene la noche, pero estamos trabajando para ello. El domo que estamos construyendo va a duplicar nuestras terapias intensivas. También estamos duplicando la cantidad de atención en Pampa de la Isla, pero nada de esto será suficiente sin ayuda de la población”, dice Hurtado y pone un ejemplo más: El aumento de casos en ancianos y niños. Eso implica que los adultos mayores, los más vulnerables al coronavirus, están saliendo más a la calle y, el caso de los niños, los mayores llevan la enfermedad a la casa. Agencias