El primer árbitro español que se ha declarado abiertamente gay, Jesús Tomillero, ha decidido contar su historia en un libro para ayudar a otros homosexuales a perder el miedo a salir del armario en el mundo fútbol. En una entrevista con Efe, expresa su deseo de acabar con la «persecución» que sufre el colectivo de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales (LGTBI) en el fútbol y en el deporte.
En la actualidad, trabaja en la recepción de un hostal en Algeciras y pita partidos amistosos a la espera de que lo acepten en la Liga de Gibraltar debido a los «impedimentos» que está encontrando en España para volver al arbitraje.
Recuerda que, en el año 2015, cuando subió una fotografía dándose un beso con su pareja, David, en las redes sociales, empezaron las amenazas y los insultos diciéndole que era «maricón» y que «no podía estar en el fútbol». Decidió dejar de arbitrar, en mayo de 2016, por los ataques que sufría en los campos de juego, donde escuchaba cosas como «dónde se había dejado el tanga» o que «se fuera a fregar su casa».
El año pasado fundó la asociación Roja Directa para combatir la homofobia en el deporte a través de charlas en los colegios y actividades para promover la inclusión social.
«Es lamentable que en pleno siglo XXI no haya una mención expresa de la LGTBIfobia en la Ley contra la violencia en el deporte», opina Tomillero, quien reivindica que los insultos por razón de la orientación sexual o la identidad de género en el fútbol sean considerados una forma de intolerancia tan grave como el racismo o la xenofobia.
«Queda mucho camino por recorrer para acabar con la homofobia en el fútbol, si el Gobierno y las federaciones no hacen nada para terminar con este acoso colectivo y con las injusticias que están ocurriendo en los campos de juego», señala. Tras recordar que a una persona que le dirigió insultos homófobos en un partido se le impuso una multa de 50 euros, se pregunta «qué daño le hace esta cantidad al bolsillo de esa persona». Agencias