Jeffrey Dahmer, ‘El carnicero’, ‘El caníbal gay’ o ‘El monstruo’. Así se le conocía en su ciudad, Milwaukee, en el estado de Wisconsin, Estados Unidos. Este hombre fue uno de los asesinos seriales más conocidos durante 15 años.
Jeffrey nació en Milwaukee el 21 de mayo de 1960. Su padre relató que en su juventud su hijo era extrovertido y la caza era su pasatiempo favorito. Pese a eso, tuvo que lidiar con una infancia muy inestable. Sus padres tenían un matrimonio disfuncional y accidentado, pues eran personas que no se entendían.
Según Jeffrey, su madre consumió una gran cantidad de medicamentos antidepresivos mientras estaba embarazada de él, así como durante sus primeros años de vida, y esto se vio reflejado sobre todo durante su niñez.
No obstante, todo esto cambió el día que sus padres se separaron, pero para peor. Desde joven, Jeffrey, gracias a su pasatiempo en la cacería, comenzó a ‘experimentar’ con los animales que deambulaban por la casa de su jardín. Su padre contó que su hijo mataba insectos, ardillas e incluso perros, abría sus cadáveres, veía todos los órganos, para finalmente disecarlos, desmembrarlos y guardarlos en frascos de formol.
Ante la pregunta de cómo describiría su afición por desmembrar animales, hecha por el psicólogo forense Robert K. Ressler, Jeffrey respondió: “Pues… uno fue un perro grande que encontré en la carretera. Iba a separar la carne, blanquear los huesos, reconstruirlos y venderlo. Pero no llegué a hacerlo. No sé cómo empecé a meterme en esto; es una afición un poco rara”, admitió.
NACE UN ASESINO SERIAL
En el año 1978, hizo su debut como asesino serial, luego de ofrecerle 50 dólares de la época a un joven para que posara para unas fotos. No obstante, Dahmer tuvo tratos obscenos con él, quien inmediatamente huyó despavorido y lo denunció ante la Policía de Milwaukee.
Por ese delito de acoso pagó 10 meses de prisión, pero eso no fue impedimento para que Jeffrey continuara con sus intenciones macabras. Ese mismo año, fue responsable de la muerte de un muchacho que iba de camino a un concierto. Las autoridades de Wisconsin abrieron una investigación en su contra, sin embargo, esta nunca germinó y quedó en libertad.
“Ocurrió por casualidad una semana que no había nadie en casa. Mi madre estaba fuera con David, en un motel a unos ocho kilómetros; yo tenía el coche, eran más de las cinco de la mañana y regresaba a casa después de haber bebido. No buscaba a nadie, pero a un kilómetro de casa, lo vi. Hacía dedo. No llevaba camisa y era guapo”, afirmó.
“Me sentí atraído por él. Pasé por delante de él, frené y pensé: ‘¿Qué hago? ¿Lo hago subir o no?’. Le pregunté si quería fumar un porro y él respondió: ‘¡Estupendo!’. Fuimos a mi habitación, bebimos unas cervezas y en el rato que pasamos juntos vi que no era gay. No sabía cómo retenerlo si no era agarrando la barra de las pesas y golpeándolo en la cabeza. Luego lo estrangulé con la misma barra”, añadió en la charla.
Después de un intento fallido de sanación, Dahmer se graduó como psicópata nueve años después, asesinado en ese transcurso a 17 personas, todas bajo el mismo modus operandi: invitaba a sus víctimas a su casa, las estrangulaba hasta morir, para así saciar su apetito sexual los violaba con actos de necrofilia con sus cuerpos para luego comerlos.
UN CANÍBAL GAY
Ya hablando de su lado caníbal y su inclinación sexual, se rumoró que Jeffrey también bebía la sangre de sus víctimas. Todo lo hacía dentro de su apartamento en North 25th Street, en Milwaukee. Dahmer admitió que se cenó los pectorales de una de sus víctimas, además de guardar los cráneos y esqueletos de aquellas personas que le parecían más ‘lindas’.
“Conservar los cráneos era una manera de sentir que había sido un desperdicio total matarlos”, dijo en la entrevista al psicólogo. Pese a lo gráficos y grotescos que puedan parecer sus actos criminales, Jeffrey supo mantenerse en el total anonimato. Él sabía escabullirse y pasar desapercibido, pese a las pistas que dejaba por su forma de operar con sus víctimas. Pero fue un error humano de su parte lo que terminaría por condenarlo.
TODO SALIÓ A LA LUZ
En 1991, Tracy Edwards, una de sus víctimas, luego de haber conocido a Dahmer por una promesa de cerveza y dinero, logró escapar de sus garras y les contó absolutamente todo a las autoridades, quienes lograron hallar su paradero. El entonces joven se encontraba con las manos esposadas cuando estaba en compañía de Dahmer, quien le susurraba al oído que se iba a comer su corazón, de acuerdo con el testimonio que dio Edwards en la corte.
Al lograr escapar, pero con las manos aún esposadas, pudo llamar la atención de algunos patrulleros de la ciudad de Milwaukee y los condujo al lugar de los hechos: North 25th Street, donde estaba ubicada la residencia de Jeffrey.
Él no había huido, permanecía en su casa. Allí encontraron un total de siete cráneos humanos, cuerpos en descomposición y fotos de crímenes previos. Lo condenaron a prisión, específicamente en la cárcel Columbia Correctional Institution, en el estado de Indiana, a cadena perpetua. No obstante, su duración tras las rejas duraría tan solo dos años, pero con muy mala suerte, pues fue asesinado por su compañero de celda llamado Christopher Scarver con una varilla de metal en el año 1994.