Evo Morales entre parrilladas y temor a sicarios

Los mensajes de WhatsApp enviados y recibidos por N. M. C entre el 22 de diciembre de 2019 y el 7 de julio de 2020, interceptados por la Policía boliviana en la ciudad de Sacaba, coinciden con el contexto en que fueron escritos. Ello les da credibilidad, según se puede deducir de un análisis detallado de las 101 páginas del reporte de los agentes de seguridad. Todas las coordenadas coinciden.

La primera semana de enero de este año, Evo Morales tuvo una reunión en la sede de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA), en la que fue informado de que un sicario de Alemania tenía la intención de asesinarlo. Eso, aparentemente, lo intranquilizó. Hubo reuniones con el personal de seguridad para atender el tema.

Ese mismo día, el 7 de enero, se fue a celebrar el cumpleaños de su abogado, el argentino Eugenio Zaffaroni, y volvió pasada la medianoche. Seguro que comentó en la cena el supuesto atentando del que podía ser víctima. El temor a ser asesinado ya lo había expresado cuando decidió salir del país ante la sola versión de que habría un supuesto complot para acabar con su vida.

El 22 de febrero dijo que temía a los agentes de seguridad que le habían asignado, porque supuestamente dejarían ingresar a su casa a personas que lo podrían poner en riesgo.

Esos y otros numerosos acontecimientos se deducen de los mensajes de WhatsApp que la Policía extrajo del teléfono de la supuesta pareja de Morales,N. M. C, en julio de este año, tras un confuso allanamiento a la casa de sus padres, en Sacaba.

Esa información permite reconstruir parte de las rutinas de Morales en Argentina, de cómo es su relación con Noemí y el personal de servicio y de algunos eventos políticos y de la vida cotidiana. Una cosa queda clara: el expresidente llama diariamente a Bolivia para comunicarse con dirigentes de su partido y de los movimientos sociales.

Por ejemplo, tras imponer a Luis Arce como candidato del MAS, los representantes del Pacto de Unidad se sublevaron contra Morales y rechazaron participar de una conferencia de prensa, hasta que el expresidente los convenció después.

También analizó encuestas antes de participar con Arce en un evento en el hotel Bauen de Buenos Aires. Casi todas sus reuniones se realizan en la sede de la CTERA, que usa prácticamente como su oficina.

Otros momentos, más cotidianos, también reflejan la personalidad de Morales. Por ejemplo, en la residencia de Buenos Aires, el 1 marzo se produjo una minicrisis, porque el servicio de TV cable contratado no transmitiría el partido entre Real Madrid y Barcelona, que el “Jefe” -como le dicen- quería ver a toda costa.

El celular del que surgen estos datos corresponde a un número telefónico de Argentina y le fue otorgado a N. M. el 22 de enero. Desde ese aparato hizo llamadas y envió mensajes a Morales (aparece como “AME A”); Lourdes, la multifacética secretaria del expresidente; “Mama Gertru”, quien es parte del equipo de servicio; “Hermana R.” (Rosario), y un número no identificado.

De acuerdo a sus mensajes, además de cumplir disimuladamente su rol de pareja del hombre que gobernó Bolivia durante 14 años, N. M. C. fungía como una especie de ama de llaves. Se ocupaba de supervisar la selección, lavado y planchado de la ropa del “jefe” o “h”, como lo llama, controlar la dieta y los suministros alimentarios.

Además, se ocupaba de relacionar la alcoba presidencial con el nutrido grupo de los empleados que rodean a Evo (Noah, el fotógrafo; Sandra y Silvia, las cocineras; Beto, el chofer; Rafa, el cajero; además de Santiago, Néstor, Ramiro, Ceci, Sixto, mamá Gertrudis y sobre todo Lourdes, la secretaria privada argentina).

Vida cotidiana y política de Evo en Buenos Aires

La joven llegó incluso a regular algunos contactos del líder del MAS con sus seguidores en Bolivia, entre otros, con los de Chapare (Julio Salazar, Juan Guzmán, Isabel Domínguez, Óscar Barriga, exdirectivo máximo de YPFB, Max Mendoza, Asterio Romero o Juanita Ancieta).

Según los datos, N. M. C. llegó a México el 22 de noviembre, sólo 10 días después de la salida de Evo Morales, y se alojó con él en las instalaciones militares asignadas a la delegación boliviana por el Gobierno de López Obrador.

Allí, la pareja posó para el periodista Jon Lee Anderson, quien les tomó una foto cuyo fondo es un muro blanco que los separaba de un jardín. El escritor lo hizo a pedido de la joven, como él mismo cuenta en su artículo publicado en abril en la revista The New Yorker.  En inicio, Evo se quejó porque el fotógrafo de Anderson estaba capturando imágenes de ella, ubicada a discreta distancia de la entrevista en curso.

N. M. C. regresó a Bolivia el 2 de diciembre, sólo cinco días antes de que Morales partiera rumbo a Cuba y a Argentina. Con sincronización en los itinerarios, Evo arriba a Buenos Aires el 12 y N. M., el 16.

Gracias a los mensajes telefónicos, podemos saber que el breve retorno de la joven a Cochabamba entre el 7 y 12 de febrero fue a pedido suyo, “porque extrañaba demasiado” a su familia. Es así que N. M. C. regresa a la capital argentina el 12 de febrero y se queda hasta el 5 de marzo.

Aunque la política no es de su especial interés, N. M. C. ofrece algunas pinceladas de lo que sucede en Argentina. El 19 de enero, cuando Morales elige al binomio del MAS ella revela que el Pacto de Unidad prefiere al excanciller y por ello sus dirigentes no quisieron participar de la conferencia de prensa organizada para ello. Sobre Choquehuanca la opinión de Morales es clara: “El ‘h’ no lo quiere, ha hablado mal del MAS”. Agencias