Farías y la fórmula del éxito para la verde que no da resultados

Las eliminatorias están a mitad de camino del Mundial Catar 2022, Bolivia está lejos, a punto de quedar otra vez en el camino, y César Farías sigue hablando de lo que se debería hacer en el fútbol nacional, pero hasta la fecha hizo muy poco para cambiar la situación. Esta vez sugiere reducir el número de extranjeros y naturalizados en el fútbol boliviano, obligar a jugar con un juvenil en cancha todo el partido. Es la receta que se aplicó en Venezuela y que le permite hoy exportar muchos jugadores.

Quizá Farías no está enterado, pero todo eso ya se hizo en Bolivia hace mucho tiempo. Y el mayor éxito logrado por el fútbol boliviano, la clasificación boliviana al Mundial de Estados Unidos 1994, resultó de la combinación de una generación dorada, aportada en su mayoría por la Academia Tahuichi y unos cuantos jugadores naturalizados.

Bolivia contó casi siempre con selecciones integradas por solo jugadores nativos, y cuando hubo alguna crisis de resultados, se recurrió a los naturalizados. En 1969, fue el turno de Raúl Álvarez, Mario Rojas, Julio Díaz, el “Tanque” Juan Américo Díaz y el “Gitano” Juan Farías. Después, en 1973, no se convocó a nacionalizados, por la aparición de una nueva generación de futbolistas que incluía a muchos cruceños y chaqueños.

En 1977, participó inicialmente con un equipo de grandes valores nacionales que eliminaron a Uruguay y Venezuela, pero tras el fracaso de la Liguilla de Cali, Colombia, hubo un giro de 180 grados, y convocaron a los paraguayos Luis y Arturo Galarza, al chileno Víctor Villalón, a los argentinos René Domingo Taritolay, al “Zorro” Luis Fernando Bastida. Luego, en los ochenta, se volvió a la fórmula casera, solo nativos, por un tiempo. En los noventa regresaron los naturalizados. Ahí tuvieron cabida los argentinos Carlos Trucco, Gustavo Quinteros, Luis Héctor Cristaldo -formado en Tahuichi- y el paraguayo Darío Rojas. Todo dependía de los resultados y de la calidad de los jugadores bolivianos. Los buenos nacionales desplazan a los foráneos, y cuando existe una crisis de valores, estos vuelven a tener lugar. Siempre fue así. Agencias