Si hay algo que abunda en Santa Cruz son restaurantes, pero ¿qué marca la diferencia? ¿Cómo tener éxito y sobresalir entre tanta competencia? Para Florinda Zeballos de Caero, la respuesta es simple: creatividad, perseverancia y un exquisito sabor criollo. Esos tres ingredientes han sido clave para sacar adelante a su restaurante, La Barca, y mantenerlo vigente por más de 57 años.
Oriunda de Cochabamba, Bolivia, doña Flory-como le dicen de cariño- llegó a Santa Cruz muy pequeña, en compañía de sus padres y hermanos que buscaban mejores oportunidades. Su madre, Micaela Pérez, fue quien empezó con este sueño, vendiendo comida en un pequeño canchón con techo de calamina por la zona de la Isabel la Católica. Poco a poco, su negocio fue haciéndose más conocido gracias al boca a boca; entonces se mudaron a una casita en el mercado siete calles, la cual en cuestión de años se convirtió en uno de los restaurantes más conocidos de la urbe cruceña.
Al comienzo no fue fácil, pues hace 50 años Santa Cruz no era ni la sombra de lo que es hoy. “Caminaba hasta la calle Pari y Mercado con dos baldes colgados en un palo que llevaba en los hombros para poder sacar agua de una bomba, pues en ese entonces no contábamos con agua en las casas y un restaurante utilizaba mucha” cuenta Florinda