Fractura de Arce y Morales ensombrece el futuro de Bolivia

La fractura entre Arce y su mentor político, Evo Morales, lastra a la democracia boliviana, bloquea cualquier estrategia contra la crisis económica, mantiene paralizado al Congreso y abre la puerta a aventuras como las del general Zúñiga.

En 2025, los bolivianos elegirán a un nuevo presidente. El único partido con posibilidades serias de triunfo es el Movimiento al Socialismo, el MAS, el conglomerado de organización sociales, sindicales e indígenas que en 2006 llevó a Evo Morales al poder. La asunción del primer presidente de origen Aymara en la historia del país fue un hito para Sudamérica. Bolivia entró en un acelerado proceso de reformas, con la nacionalización del gas como emblema de los nuevos tiempos. La economía creció, nació una nueva clase media indígena y, sobre todo, el país entró en un largo período de estabilidad política tras décadas de golpes de Estado recurrentes. El vicepresidente de Evo Morales, Álvaro García Linera, define ese período del MAS como “el momento progresista” del cambio.

La disputa entre ambos comenzó el mismo día de la asunción de Arce, el 8 de noviembre de 2020. En su discurso de posesión, el nuevo presidente obvió nombrar a Morales, que acababa de regresar de su exilio político en Argentina. “Cometió un error de manual, que fue no darle un lugar a Evo”, dice la politóloga Susana Bejarano. “Evo, al no tener lugar, presiona con la gestión y Arce no puede dejar que esa presión se incremente. En el marco de esa tensión nace la fuerza renovadora, el ‘arcismo’, que quería cambiar de cuadros y se oponía a todo lo que había alrededor de Evo”, explica. El partido no encuentra mecanismos para resolver el conflicto interno y la sangre llega al río. Azuzado por Arce, el Tribunal Constitucional inhabilita a Evo Morales como candidato presidencial con el argumento de que ya no puede aspirar a una nueva reelección. La guerra entre ambos líderes es total.

La crisis económica se agrava silenciosamente, oculta tras los ruidos de la política. Bolivia enfrenta desde 2015 una creciente escasez de dólares, producto de la caída de los precios del gas, su principal exportación, y el agotamiento de los pozos existente por falta de inversión en exploración. La inflación, que se mantenía en torno al 2%, ha escalado hasta el 3,5% y las proyecciones privadas esperan un 5% en diciembre. El Diario