La fractura abierta es tal que, a pesar de haber estrechado las manos y dialogado durante hora y media, el ruso Sergei Lavrov y el ucraniano Dimitro Kuleba dieron sendas ruedas de prensa por separado, y de forma simultánea. Mientras, en una de las salas de prensa, Kuleba acusaba a Lavrov de haber acudido al balneario de Antalya sin capacidad para comprometerse a soluciones humanitarias, a pocos metros, en otra sala, Lavrov culpaba a Kuleba de haber convertido Ucrania en «una amenaza para la seguridad nacional».
«Ha sido una cita fácil y difícil», reconoció el ucraniano. «Fácil porque Lavrov siguió con su libreto tradicional, y difícil porque di lo mejor, a pesar de todo, para alcanzar una solución diplomática para esta tragedia». Kuleba explicó que la meta que se había fijado para esta cita era forjar un alto al fuego de 24 horas para facilitar las evacuaciones en la ciudad asediada deMariupol. «Por desgracia, Lavrov no estaba en posición para comprometerse», lamentó frente a los periodistas.
Más duro se mostró Lavrov al hablar de Mariupol. Según Lavrov, Moscú ha enviado a Naciones Unidas pruebas de que todas las embarazadas de la maternidad bombardeada este miércoles, en un ataque que desató múltiples denuncias internacionales, habían sido evacuadas días antes, y que esta era una base del batallón ultranacionalista ucraniano Azov. Así comenzó el «libreto» de Lavrov al que se refería Kubela, el cual acabó yéndose por derroteros marca de la casa de la estrategia de desinformación rusa.
También dijo que Ucrania usa a los civiles de «escudos humanos». Aunque la denuncia más llamativa, y que recuerda a otras vertidas en el pasado contra grupos opositores sirios -en vísperas de ataques lanzados por el mismo régimen-, es la de que EEUU ha abierto «docenas de laboratorios biológicos» en Ucrania. Su propósito, según sugirió, es crear armas químicas con sesgo étnico para usar en breve. Esta ha sido una acusación recurrente en los últimos días, aunque no hay pruebas fehacientes de ello. Agencias