Tres hermanas rusas asesinaron a puñaladas y martillazos a su padre mientras descansaba en un sillón de su casa de Moscú para terminar con años de torturas y violaciones. La Justicia de ese país reconoció a las tres jóvenes como «víctimas» del hombre.
Las acusadas son las jóvenes María de 17 años, Angelina de 18 y Krestina Khachaturyan de 19 años, quienes admitieron haber matado a su padre después de que éste las sometiera a años de abusos físicos, mentales y sexuales.
La Justicia rusa las acusaba de planificar la muerte de su padre. El cargo era por «conspiración para asesinar en grupo», con una pena que tiene entre 8 y 20 años de cárcel. Ahora, esa situación podría cambiar.
Así se debe a que el Comité de Investigación abrió este mes una causa penal contra su difunto padre, Mikhail Khachaturyan, por cargos de agresión sexual, coacción para realizar actos sexuales y tortura.
Alexei Parshin, uno de los abogados de las hermanas Khachaturyan, declaró a The Moscow Times que espera que este hecho haga que se retiren los cargos. Si su padre es declarado culpable, «esto es una prueba más de que fueron agredidas repetidamente a lo largo de varios años y de que su vida y su seguridad estuvieron en peligro», dijo Parshin.
«La investigación ya estableció que sufrieron graves daños corporales. Esto nos señala el estado de legítima defensa necesaria en el que se encontraban. Si estaban en estado de legítima defensa necesaria, no pueden ser declaradas culpables y el caso contra ellas debe ser retirado», agregó.
EL ESCALOFRIANTE CRIMEN
Las hermanas habían planeado matar a su padre y lo atacaron cuando estaba en su sillón: la menor lo apuñaló al menos 35 veces. La segunda de las hermanas empleó un martillo para romperle el cráneo, mientras que otra le tiró gas en la cara.
Los abusos comenzaron cuando las jóvenes aún eran unas niñas y la madre de ellas escapó por miedo a ser asesinada. Las autoridades descubrieron que Khachaturyan había puesto cámaras en la casa para así vigilar a la distancia a sus hijas cuando él no estaba.
Las jóvenes mujeres relataron que una vez el hombre les pidió que cepillaran a su perro, y después las obligó a comerse el pelo del animal mientras él miraba.