Pocos conocen la sorprendente faceta de su vida que lo llevó a compartir cancha con leyendas del fútbol de la talla de Alfredo Di Stéfano, Evaristo o Gento en la Casa Blanca, antes de alcanzar la fama por sus obras que trascendieron varias generaciones.
El año 1962 Julio Iglesias era un desconocido joven de 19 años que se destacaba como una de las promesas más brillantes de la cantera de la institución ibérica. Su destreza bajo los tres palos le permitió consolidarse como una prometedora estrella junto a otras figuras que también entusiasmaban a los simpatizantes como Manuel Velázquez, Ramón Moreno Grosso, y Pedro de Felipe.
En ese momento, el arquero era conocido como Julio José Iglesias de la Cueva, y sus producciones destacadas iban acompañadas de un físico impactante, al superar el metro ochenta y cinco de estatura. Con una agilidad extraordinaria, el entrenador Miguel Muñoz se entusiasmaba con darle un lugar en el primer equipo de la potencia del Viejo Continente, pero un incidente cambió el rumbo de su vida.
El 22 de septiembre de 1962, mientras celebraba su vigésimo cumpleaños con amigos, sufrió un inesperado accidente automovilístico que pudo llevar consecuencias más graves. Cuando el vehículo en el que viajaba se estrelló contra unos arbustos en Madrid, Julio Iglesias permanecía inconsciente. De inmediato fue trasladado al Hospital Eloy Gonzalo, donde recibió la atención médica y pudo recuperar la consciencia. Sin embargo, la noticia que le dio uno de sus médicos le provocó un dolor indescriptible: “Nunca más vas a volver a caminar”.
Las lesiones en la espalda lo dejaron casi paralizado durante un año y medio. A pesar de las secuelas físicas, jamás se rindió y encontró consuelo en su otra pasión: la música. Fue entonces cuando se entretenía escribiendo y componiendo canciones para que su rehabilitación fuera más llevadera. También tuvo complicidad con su enfermero, un joven llamado Eladio Madaleno que se convirtió en su primer admirador. Como si fuera un método de motivación, le regaló una guitarra que le sirvió para continuar con una especie de terapia alternativa. Y sin darse cuenta inspiró a que su interno compusiera uno de sus hits más escuchados en el mundo: “La vida sigue igual,” que se basó en sus experiencias en el hospital y en los vínculos que generó con el resto de enfermos que lo rodeaban. Agencias