La Bruja Asesina, estafaba y hechizaba a sus victimas

La hermana María o doña Conchita, como se hacía llamar María Concepción Ladino, se aparecía en las casas de incautos en la ciudad de Colombia buscando inocentes creyentes ofreciéndoles medicinas traídas del más allá para curar sus dolencias del cuerpo y el alma y traer prosperidad a los negocios en quiebra.

Con aguas verdes y fétidas, brebajes, oraciones y cartas del más allá, trances espirituales y hasta asesinos a sueldo, María Concepción Ladino, conocida también como la hermana María o Doña Conchita, montó una industria criminal para arruinar y eliminar a incautos. Sin embargo, ni sus poderes ocultos, con los que supuestamente recorría los laberintos del futuro, ni sus intentos de suicidarse y declararse loca, impidieron la condena en su contra a 40 años de prisión, emitida por el Juzgado 52 Penal del Circuito de Bogotá que la encontró culpable de los crímenes de seis de sus clientes.

LOS HECHOS

A comienzos de 1997, María Concepción Ladino aprovechó la penosa enfermedad de la madre de Clara Elsa, Luz Stella y Ana Lucía Bello Clavijo para acercarse a su hogar. La señora sufría de un cáncer en el cuello y las afligidas jóvenes buscaron en esa señora una posible ayuda para salvarla.

De nada sirvieron las pócimas de doña Conchita, la enferma murió, dejándole a las muchachas 13 millones de pesos de herencia, botín en el que la malvada mujer concentró sus energías. Luego de ayudarlas a sobrellevar el dolor por el fallecimiento de su madre, convenció a las tres chicas de invertir su herencia en un rito espiritual que haría que, en menos de cuatro meses, el dinero se duplicara. Pasado el tercer mes de hechicería, la sospecha se apoderó de una de las muchachas, quien abrió el cofre y vio que no tenía el dinero. Ante el reclamo airado de las hermanas, doña Conchita las tranquilizó diciéndoles que solo ella podía ver el dinero y que, para evitar más problemas, les devolvería todo en un rito especial de purificación.

Bajo esta explicación, se las llevó hasta una quebrada de la Sabana de Bogotá y con la complicidad de dos asesinos a sueldo, las mató a pedradas. Tras esta tragedia, el hermano de las fallecidas inició una serie de denuncias que llevaron a la captura de la peligrosa dama en enero de 1999 y tras meses de investigación, se determinó que el primer caso se remontaba a 1994.

SINIESTRO PLAN

El 15 de agosto de 1994, doña Conchita llegó a la casa de Carlos Montaña, en el occidente de Bogotá y alquiló un cuarto. Su verdadera intención: quedarse con la vivienda, por lo que empezó a sugerir que el señor estaba muy demacrado, pero que ella traía una droga del más allá que curaba hasta lo incurable. Primero le dio unas pastillas que costaban más que el alquiler y luego lo sometió a baños de hierbas que espantarían los malos espíritus. A sus tres hijos les puso el mismo tratamiento, por lo que, día a día fue incrementando su dominio en la casa de los Montaña, hasta que llegó el 13 de octubre, el día del horror.

Envió a los pequeños para la calle y luego le llevó dos vasos de refresco con veneno a su víctima, aprovechando que su esposa no estaba en casa. Finalmente, la esposa de Carlos Montaña se acercó y se percató que su marido ya carecía de vida. La bruja desapareció y llegó la casa de Nebardo Adalberto Guevara Torres, propietario de dos taxis a los que su dueño consideraba “salados” porque no lograba sacarles provecho. La bruja le dijo que no sólo los carros estaban salados, sino que él también, pero que por millón y medio de pesos alejaría los malos espíritus.

Guevara le entregó el taxi y una camioneta que ella pagó con unos cheques post-datados. Cuando se acercaba el día en que el banco devolviera los cheques, la bruja lo citó en el río Cáqueza, donde lo mató.

MÁS ASESINATOS

Sus andanzas se extendieron, una mujer mayor le pidió que quería alejar las malas energías de su negocio de joyas. Vinieron los rezos, las aguas verdes y los baños. Cuando el botín ya estaba en sus manos, le dio un somnífero y se la llevó hasta un paraje solitario, donde la roció con gasolina y la prendió candela. Regresó a Bogotá, donde se hizo amiga de una mujer que tenía guardados 3 millones de pesos. Le dio una alta pócima de escopolamina que no la mató, debido a la consistencia física de la víctima. Cuando despertó, quiso denunciar, pero la amenaza de la bruja la obligó a guardar silencio. Agencias