La historia del “Vice Lara” que soñaba ser futbolista

Villa Rivero, también conocido como Muela, cobra relevancia en este periodo político del país. En este pueblo del valle alto cochabambino, a unos 60 kilómetros de Cochabamba, nació y creció Edmand Lara Montaño, el hombre que dentro de pocos días asumirá la vicepresidencia de Bolivia.

Su historia, contada por quienes lo vieron corretear entre la rinconada y los huertos de pera, parece salida de una de esas crónicas que el tiempo convierte en leyenda. Hijo mayor de cuatro hermanos, Lara creció bajo el cuidado de su padre y de sus abuelos, Teodolindo Lara y Edna Villarroel, después de que su madre se alejara del hogar.

Su abuelo, don Teodolindo Lara, era maestro, como muchos en el pueblo, y pariente del escritor Jesús Lara. Por línea materna, la sangre también le acerca a la figura del expresidente Gualberto Villarroel, el héroe de la Revolución del 46, cuyo busto aún preside la plaza principal de Villa Rivero, que lleva su nombre.

Los amigos de Edmand aún lo recuerdan con su baloncito de cuero, corriendo tras la pelota en las canchas de tierra, soñando con ser futbolista. “Ese era el sueño de todos los niños del pueblo”, cuenta Winsor Ovando. “Jugábamos todo el día, y cuando no, recogíamos peras, duraznos, tunas, lo que hubiera. Así era la vida en Muela”.

Los vecinos recuerdan su paso por las aulas, su carácter tranquilo, su sencillez. “Siempre ha venido —dice don Román—, cada año llegaba un par de veces. Nunca se olvidó de su pueblo, ni cuando ya era oficial. Es una persona sencilla, no farsante”.

Villa Rivero ya sabe lo que es ver a uno de los suyos en la historia grande del país. Lo fue con Gualberto Villarroel y, ahora, lo vuelve a ser con Edmand Lara Montaño. “Para nosotros, él es motivo de orgullo”, resume el profesor, con voz emocionada. “Ese niño que yo conocí, que vivía humildemente, hoy va a representar a Bolivia. Y eso, para Muela, vale más que todo”.

José Flores, quien fuera el entrenador de fútbol de Lara y otros niños, recuerda con una sonrisa aquellos días en los que, con apenas 6 o 7 años, un inquieto niño llamado Edmand llegaba puntualmente a las prácticas de la Escuela Municipal de Deportes. Flores no dudó en afirmar que ese entusiasmo tenía raíces familiares. “Seguramente su papá, don Rolando Lara, también influía mucho, porque era profesor de educación física”, concluye. Fuente: Los Tiempos.