Su cálida sonrisa y carácter suave fueron el disfraz perfecto para una niñera adolescente cuya retorcida mente la llevó a asesinar despiadadamente no solo a los bebés que cuidaba, sino también a un anciano.Se trata de Christine Falling, quien en la época de 1980 y 1982, hizo realidad la pesadilla de cualquier padre que deja a sus hijos en manos de extraños.Los macabros hechos de violencia ocurrieron en Florida, Estados Unidos. Y su rastro de maldad cobró la vida de cinco bebés y un adulto mayor.
Su primera víctima fue Cassidy Johnson, de 2 años, quien murió tan solo cuatro horas después de que sus padres la dejaran al cuidado de la siniestra niñera.Según las investigaciones en esa ocasión fue la misma Christine quien llamó a la Policía. Ella alegó que la bebé se había desmayado por lo que se cayó de la cuna y se golpeó la cabeza.
El médico que la revisó observó un sospechoso golpe en la cabeza de Cassidy, pero la niñera lo había justificado contando que se había golpeado al caer desmayada. El diagnóstico fue inflamación cerebral o encefalitis. Tres días después la niña murió.Tras el escándalo, la niñera decidió mudarse a la ciudad Lakeland y solo pasaron tres meses para que volviera a matar a sangre fría.
Su siguiente víctima fue Jeffrey Davis, un niño de 4 años, hijo de un familiar lejano de Christine. Sin embargo su muerte fue atribuida a un padecimiento de salud ya que el pequeño sufría miocarditis, una inflamación de la capa media de la pared del corazón y que, en alguna ocasión, puede provocar una muerte súbita.
Tan solo tres días después de su muerte, Christine volvió a atacar. Esta vez al primo de Jeffry. Sus padres dejaron a Joseph Spring de 2 años al cuidado de la niñera para asistir al entierro de Jeffry. Desafortunadamente el pequeño murió de las mismas causas de su primo.Charles y Jeffrey Heil, de 3 años y 14 meses respectivamente, fueron sus siguientes víctimas. Pero afortunadamente no les costó la vida, pues a pesar de haber ingresado al hospital lograron sobrevivir.Para ese entonces la niñera ya tenía 18 años y decidió regresar a su ciudad natal, Perry, pues los rumores sobre su conexión y los casos de negligencia infantil empezaban a perseguirla.Cuando llegó a Perry decidió mejor cuidar a ancianos y fue así como fue contratada por un paciente oncológico, William Swindle. Sin embargo el hombre de 77 años murió el mismo día en que la contrató.
El 14 de julio de 1981, la media hermana de Christine, Betty Jean Daniels, de 19 años, llevó a su beba Jennifer a vacunar. Christine la acompañó. Cuando regresaba a su casa, Betty paró en un almacén para comprar unos pañales y dejó a Jennifer de ocho meses en el auto con su tía Christine. Unos minutos resultarían más que suficientes. Cuando Betty retornó al auto Christine le dijo que no escuchaba la respiración de su sobrina. Betty no se asustó, pensó que Christine se equivocaba porque “los bebes no respiran fuerte”, le dijo. Pero cuando se acercó más a su hija se dio cuenta de que tenía la piel azulada y que, efectivamente, no estaba respirando.
Travis, un bebé de diez meses fue su última víctima. Para desgracia del pequeño, su madre no solo había confiado su cuidado a Christine, sino que permitió que durmiera en su casa, pues ella quería salir a celebrar que Travis se acababa de recuperar de una neumonía.
Detalles macabros
Su último asesinato fue el que la delató. Luego ella revelaría en un juicio los detalles de aquellos agónicos momentos que sufrieron sus víctimas.
La policía interrogó a la niñera quien confesó, sin titubeos, tres de los crímenes. Dijo haber escuchado voces que la instaban a matar. Explicó que los había asfixiado utilizando mantas y almohadas.
“No sé por qué lo hice (…) Le puse una mantita sobre su cara. Una voz me decía dentro de mí: ‘¡mata al bebé!’,¡mata al bebé!’, una y otra vez. Después me daba cuenta de lo que había pasado”, explicó a los detectives, “La manera en que lo hice, es algo que vi en la televisión (…) De todas formas lo hice a mi manera. Fácil y simple. Nadie podría haberlos escuchado gritar (…) Los maté, es todo lo que tengo para decir. No sé por qué”.
Su confesión de los crímenes de Cassidy Johnson, Jennifer Daniels y Travis Coleman, le evitó ir a juicio y la posibilidad de ser condenada a muerte en la silla eléctrica. Agencias