Eugene Maurice Orowitz fue “un gran hombre”. Y el Michael Landon que terminó adoptando en su carrera fue de esos actores que tanto se parecieron a sus personajes. O viceversa: no podía hacer más que “de bueno” en La familia Ingalls primero, y en Camino al Cielo después. Pero el 5 de abril de 1991, Eugene recibió un diagnóstico: cáncer de páncreas, con metástasis en el hígado y los ganglios linfáticos. Menos de tres meses después, el 1 de julio de 1991, murió. Tenía apenas 54 años.
Fue entonces cuando quienes lo conocieron personalmente lamentaron su partida, tanto como lo hicieron quienes lo vieron en la pantalla. Porque unos y otros pudieron disfrutarlo. Aunque hubieran deseado que fuera más tiempo. Amado dentro y fuera del set. En un medio donde sobran los egos y los egoísmos, eso habla mucho de quién era.
Nacido el 31 de octubre de 1936 en Nueva York, era hijo de una madre católica y un padre judío. Y durante toda su infancia fue víctima del antisemitismo de sus compañeros de escuela, una circunstancia que recién en el final de su vida pudo dar a conocer.
Pero Michael no era infeliz solo en el colegio, sino también en su casa. Su madre tenía trastornos psiquiátricos, y en varias oportunidades habría amenazado a su familia con el suicidio. Esto lo tenía en vilo permanentemente, por lo que en pocas oportunidades podía darse el lujo de disfrutar de la inocencia, como cualquier otro niño.
Sin embargo, estas adversidades hicieron que Michael forjara un carácter fuerte, que le permitió luchar hasta lograr convertirse en uno de los actores y productores más importantes de Hollywood. En el medio, obviamente, tuvo que sortear más de un obstáculo.
Con apenas 16 años tuvo un accidente cuando participaba de una carrera de motos, que lo dejó con la cara prácticamente desfigurada. Los cirujanos lograron reconstruir sus facciones. Una vez recuperado, decidió alejarse de su familia casándose con Dodie Levy Fraser, una mujer ocho años mayor con quien adoptó tres hijos: Mark, Josh y Jason. El matrimonio no funcionó.
Sin embargo, decidido a logar su objetivo, Michael sobrevivió haciendo avisos publicitarios y algunos papeles secundarios en películas de poca mota. Hasta que en 1959 le llegó su gran oportunidad de la mano de Bonanza, una serie que duró 14 años y que le permitió alcanzar una fama a nivel internacional, con su personaje de Joe Cartwright.
Paralelamente, Michael se casó con Marjorie Lynn Noe, con quien tuvo cuatro hijos: Leslie, Michael, Shawna y Christopher. Y empezó a disfrutar de un muy buen pasar económico. Pero por entonces debió pelear también con sus adicciones -algunos mencionan al alcohol y otros a los tranquilizantes-, lo que no le resultó una tarea fácil.
Finalmente, en 1974 llegó La familia Ingalls, una serie basada en las siete novelas escritas por Laura Ingalls en el siglo XIX, que él mismo produjo, escribió, dirigió y actuó. Gracias a ella, Michael conquistó al mundo con su personaje de Charles Ingalls: quedó grabado en el inconsciente colectivo como el norteamericano bueno y noble con quien todos querrían estar. La serie se extendió hasta 1983.
«Quiero que la gente ría y llore, no solo que se sienten y miren televisión. Tal vez estoy pasado de moda, pero creo que los espectadores están hambrientos de programas en los que la gente diga algo significativo», decía sobre sus producciones, mientras la crítica lo cuestionaba por siempre apelar a la sensibilidad.
En 1973, en tanto, Charly Pontrelli –hija de su esposa- sufrió un accidente que le llevó dos años de recuperación, y a los que les tuvo que sumar otros dos más para superar su adicción a los barbitúricos. Esto inspiró a Michael a crear Camino al Cielo, una serie con la que pretendía ayudar a la gente a salir adelante. Estrenada en 1984, en ella encarnaba a Jonathan Smith, un ángel que bajaba a socorrer a las personas que necesitaban recuperar la fe para superar sus problemas.
Dicen que la decisión de Michael de volcar esta experiencia familiar en una ficción terminó afectando su matrimonio. Y que cada ruptura amorosa lo deprimía. Por eso, decidido a no estar solo, en 1983 se unió a Cindy Clerico, una maquilladora 20 años menor con quien tuvo a sus hijos Jennifer y Sean. Con ella compartió sus últimos años en Los Ángeles, California, hasta que lo sorprendió la enfermedad.
«Dos cosas me pueden ocurrir: que gane o que pierda. Y estoy preparado para las dos cosas», le había confesado Michael a la revista Life cuando le diagnosticaron un cáncer terminal. Estaba siguiendo un tratamiento de quimioterapia experimental. Días después de dar esa entrevista, murió. Agencias