Todos asumimos que en las relaciones monógamas existe un acuerdo, tácito o explícito, de exclusividad. Sabemos que la confianza es básica en la pareja y que al comprometernos con un compañero sentimental aceptamos cuidar y proteger sus sentimientos. Por esto, es evidente que un engaño puede generar un profundo dolor en el otro. Pero ¿hasta dónde llegan las consecuencias de una infidelidad? La infidelidad impacta en la vida del engañado, pero también en la de los hijos, y puede tener consecuencias a largo plazo. Todas estas cuestiones atentan directamente contra el propio valor y dañan profundamente la autoestima. La persona comienza a desvalorizarse, a sentirse inferior e inadecuada y esto puede repercutir en todas las áreas de su vida.
Culpa y vergüenza. Aunque cabría esperar que fuese el infiel quien experimentase vergüenza y culpabilidad, en realidad el engañado también suele vivir grandes dosis de estas emociones. De algún modo, puede sentir que lo ocurrido es un fracaso personal, que es su responsabilidad y que, de enterarse las personas del entorno, sería él o ella quien quedaría en ridículo. Esto puede llevar al aislamiento, el ocultamiento y la represión de emociones. La persona puede no permitirse expresar su disgusto o su decepción a fin de evitar críticas y juicios ajenos. Así, vivirlo en silencio y negarse la ventilación emocional solo incrementa el malestar.
Pérdida de confianza. Una de las más evidentes consecuencias de una infidelidad es la pérdida de confianza. Esa seguridad mutua que tanto costó construir se derrumba totalmente ante el engaño y la víctima se ve sumida en la incertidumbre. Esto puede llevar a muchas personas a decidir terminar definitivamente la relación, pues no se ven capaces (ni están dispuestas) a volver a depositar su fe en quien las traicionó. Incluso en aquellos casos en los que se decide continuar y se intenta reparar el daño, la falta de confianza se vuelve un enorme lastre que no siempre se logra superar.
La infidelidad genera: la ira y depresión. La ira y la rabia son emociones muy presentes al descubrir una infidelidad. Especialmente al inicio, pueden inundar completamente a la víctima, Si no se gestionan adecuadamente, pueden quedar enquistadas y limitar el futuro de la persona. Cargar con el peso del odio y el rencor aleja a la víctima de la recuperación y de la búsqueda de la felicidad; entorpece su sanación y puede impedir la creación de nuevos vínculos. Si se continúa con la pareja tras el engaño, el resentimiento y el rencor pueden hacer mella en el día a día, restringiendo las expresiones de afecto, la comunicación constructiva y la sexualidad. Algo que no hace sino ampliar la brecha ya existente entre ambos y acrecentar la insatisfacción con el vínculo.
Ansiedad y depresión. Por último, entre las consecuencias de una infidelidad se encuentran diversos trastornos psicológicos. Las víctimas de una traición suelen experimentar elevados niveles de ansiedad por la incertidumbre en la que se ven sumidos y pueden desarrollar un cuadro depresivo que lleve incluso a la ideación suicida. En algunos casos, el impacto emocional de la infidelidad es tan grande que puede desencadenar un trastorno de estrés postraumático.
Infidelidad no impactan solo en la víctima. Es evidente que la persona engañada es quien sufre en mayor medida las secuelas de la infidelidad, pero no es la única. Quien engaña puede sentir grandes dosis de culpa, vergüenza y remordimiento, y sufrir enormemente por el deterioro del vínculo y el daño causado. Pero, más allá de esto, cabe mencionar que incluso los hijos de la pareja pueden verse afectados por lo ocurrido.