Incluso en un contexto de pandemia mundial, El Salvador está generando en la agenda mediática internacional más titulares que los cabría suponer para un país de menos de 7 millones de habitantes y escaso peso geopolítico. El responsable –para bien o para mal– es su presidente, Nayib Bukele, un político que se esfuerza por no pasar desapercibido, un político que, excepto indiferencia, parece generar todo tipo de sentimientos.
Si dividiéramos el mundo entre los presidentes que tomaron en serio la amenaza del covid-19 y los que no, Bukele estaría en el primer grupo, inequívocamente. Pero, ¿es esto suficiente?
RT entrevistó a siete líderes de opinión de la sociedad salvadoreña –médicos, periodistas, activistas, políticos, economistas…– y les pidió que evaluaran a grandes rasgos la gestión de la crisis sanitaria.
Para este grupo de profesionales, y a pesar de que El Salvador sigue presentando unas cifras de incidencia de la epidemia relativamente bajas, el listado de desaciertos es mucho más extenso que el de aciertos.
Lo bueno
Unanimidad a la hora de señalar el mayor acierto: la rapidez con la que la Administración Bukele tomó medidas que retardaron el ingreso del virus SARS-CoV-2. «Sin la cuarentena que se ordenó al principio, la cantidad de casos podría ser mucho mayor a estas alturas», dice Mariana Belloso, periodista.
Pasajero pide información a un policía tras la orden de Bukele de cerrar el aeropuerto, 16 de marzo de 2020.Jose Cabezas / Reuters
Las medidas, de hecho, habían arrancado mucho antes. El 30 de enero, cuando Occidente aún veía el coronavirus como algo exótico, El Salvador prohibió el ingreso de personas procedentes de China. Y antes de finalizar febrero se hizo lo propio con Corea del Sur, Italia e Irán, los países más afectados para entonces.
El 12 de marzo se suspendieron las clases en todo el territorio nacional.
El 13 de marzo, el gobierno decidió confinar en ‘centros de contención‘ a las personas que ingresaban por vía aérea o terrestre, medida que fue criticada con dureza desde algunos sectores.
El 14 de marzo el Ejecutivo decretó el estado de emergencia nacional.
El 17 de marzo se cerró el aeropuerto internacional para el arribo y tránsito de pasajeros.
Todo esto ocurrió antes de que se tuviera registro oficial de contagio alguno en El Salvador, algo que sucedió el 18 de marzo.
«El cierre agresivo y temprano de las fronteras fue su principal acierto, sin duda. A muchos, incluyéndome, nos pareció desproporcionado; sin embargo, fue una decisión muy acertada», admite Roberto Vidrí, epidemiólogo.
El Salvador está cerrando junio abajo de los 6.500 contagios confirmados desde el inicio de la crisis y con menos de 200 fallecidos, unas cifras positivas si se tiene en cuenta que el continente americano es el epicentro de la pandemia desde hace semanas.
No obstante, aparte de la celeridad y de la firmeza iniciales, los analistas consultados no identifican muchos más aciertos en la gestión gubernamental. Johnny Wright Sol, político de oposición, cree que el cierre de fronteras fue «el único acierto». Solo Verónica Reyna, psicóloga y activista pro derechos humanos, sumó un acierto más: «La aplicación masiva de pruebas».
Según reportes oficiales, y una vez ponderadas las cifras, El Salvador es uno de los países latinoamericanos que más test ha realizado, sólo superado por Chile, Perú, Venezuela y Panamá. En pruebas por cada 100.000 habitantes, El Salvador está por encima de países como Corea del Sur y Francia. Y los test que se realizan son los PCR, considerados los más confiables.
Lo malo
Bukele ganó tiempo con el cierre de fronteras y con la activa promoción del distanciamiento social, pero no ha sabido aprovecharlo. Esta idea es compartida por todos los entrevistados, aunque con matices importantes sobre las consecuencias de la supuesta inacción.
Trabajadores del cementerio de Santa Tecla entierran a una víctima de covid-19, El Salvador, 24 de junio de 2020.Jose Cabezas / Reuters
«El tiempo ganado no lo aprovechó para convocar a un comité asesor de expertos para elaborar un plan y enfrentar de manera científica y efectiva al virus», dice Mario Vega, pastor general de la Elim, una de las iglesias más influyentes.
«No se aprovechó el confinamiento para educar a la población, sobre todo considerando que el mercado laboral es mayoritariamente informal, lo cual eleva el riesgo de contagio en la reapertura», dice la economista Carmen Aída Lazo, para acto seguido enumerar un listado de errores: «Falta de transparencia en el manejo de la información y de los recursos, confrontación constante, improvisación, erosión de la democracia, violaciones a derechos humanos…».
«Apostarle a un megahospital que sigue sin estar listo fue un desacierto, definitivamente», apuntala Mariana Belloso, la periodista. «Todo se ha hecho improvisando, faltando a principios básicos de epidemiología», remata el epidemiólogo Vidrí.
Por sus diez años como director de Protección Civil durante los dos gobiernos del FMLN (2009-2019), amerita detenerse un poco más en las valoraciones de Jorge Meléndez. «Hay incapacidad para administrar, improvisación, desorden y desatinos», dice, y prosigue: «Bukele ignoró la existencia del Sistema Nacional de Protección Civil, que es la estructura institucional legal para conducir las emergencias», pero su mayor error, enfatiza Meléndez, es «considerar a la población una víctima pasiva y no personas resilientes con capacidad de enfrentar las amenazas».
Con tratar a los salvadoreños como «víctimas pasivas», Meléndez se refiere a que Bukele impulsó un modelo en el que se apostó por «generar pánico y una dependencia absoluta de la población hacia ‘el protector’; en este caso, el Gobierno».
Sin entrar a valorar las opiniones del exdirector de Protección Civil, algo innegable en el manejo de la crisis es el ‘Bukelecentrismo’, la apuesta inequívoca por dar la sensación de que hay un líder preocupado y tomando decisiones. En pocos países en el mundo –seguramente en ninguno– el propio presidente es quien informa desde su cuenta de Twitter del número contagios, fallecidos, recuperados y número de pruebas. Lo ha hecho cada día desde marzo; de madrugada.
Lo feo
La tercera pregunta que se planteó a los analistas era: ¿qué faceta del presidente Bukele le ha sorprendido –para bien o para mal– en la actual crisis sanitaria? La pregunta era abierta, pero todos destacaron mayoritariamente aspectos negativos, lo que facilitó que esta nota pudiera vertebrarse en torno al título de la mítica película de Sergio Leone y Clint Eastwood.
El pastor Vega habla de «inmadurez» y de «inestabilidad psicológica». La economista Lazo se declara sorprendida por la capacidad de Bukele para «generar fricciones con tantos actores». El político Wright Sol cree que la pandemia «ha magnificado su forma autoritaria de ejercer el poder». La psicóloga Reyna subraya «su imposibilidad de mostrar una mínima apertura al diálogo si cree que puede generar ‘buena imagen’ a sus opositores políticos».
Meléndez, el exdirector de Protección Civil, opina que el presidente es «una mezcla de inmadurez, arrogancia y megalomanía». La periodista Belloso destaca su liderazgo y su capacidad de mover a la gente, pero lamenta que «no ha sabido utilizarlo para crear consensos ni gestionar mejor la emergencia». Para el epidemiólogo Vidrí, Bukele «ha demostrado baja tolerancia al estrés, poca sociabilidad, impulsividad, y hostilidad», por lo que «sus conductas son erráticas».
Como apunta la periodista Belloso, la popularidad de Bukele no parece haberse erosionado tampoco en esta crisis. Según una encuesta publicada el 23 de mayo en La Prensa Gráfica –diario con el que el presidente ha tenido sonoras discrepancias–, el 96 % de los salvadoreños aprobaba el trabajo realizado por la Administración Bukele para enfrentar la pandemia.
Vista la severidad con la que los siete entrevistados evaluaron la gestión gubernamental en este ejercicio para RT, dos opciones: o lo ocurrido en junio ha cambiado radicalmente las percepciones de los salvadoreños y se revelará en futuras encuestas; o hay un distanciamiento abismal entre las valoraciones de eso que podríamos llamar ‘pueblo’ y las de algunos de sus líderes de opinión.