Roberto Mamani Mamani, “el príncipe aymara”, habita en un mundo de magia, cosmovisiones, tradiciones, rituales y felicidad que plasma en cada una de sus pinturas que recorren el mundo llevando la esencia de la tierra que ama.
Roberto conversó con LA VOZ y compartió las experiencias y vivencias que lo llevaron a ser uno de los artistas y pintores más reconocidos de Bolivia en el mundo.
La sencillez y carisma son características de su personalidad, además de ser una de las pocas personas que vive y recuerda solo los momentos que dieron felicidad a su vida. “Esa es la vida, siempre me acuerdo de las cosas buenas, para que acordarse de las malas”, afirmó.
FRUTO DEL AMOR PROHIBIDO
La vida de Roberto, desde su nacimiento, parece una historia de esas que se leen en los libros o se ven en las películas y sacan más de un suspiro.
Contó que es el fruto de un “amor prohibido”, pues cuando su mamá apenas tenía 15 años conoció a su papá, ella estaba preparando las maletas para partir “sola” a Arica, pero esto cambió por su pareja que decidió migrarían a Cochabamba desde La Paz.
Su mamá era de Tiahuanaco y su papá de Puerto Acosta, es decir no pertenecían a la misma panaca o ayllu, por lo que la familia de ella no estaba de acuerdo con el matrimonio; sin embargo, más pudo el amor que sentían que, se la robó como se hace dentro de un ritual, se festejó y consumó la unión.
Llegaron a Cochabamba donde no tenían a nadie, para sobrevivir su padre se dedicó a vender papitas fritas y maní y su madre comercializaba medias en el Mercado 25 de Mayo. Roberto ayudaba a ambos, pero también disfrutaba de su niñez, fabricando juguetes de latas y greda junto a sus amigos.
Primero vivieron en Cala Cala, después se mudaron a la zona sur a Casapata, lo que ahora se conoce como Final Mercado la Paz. Los recuerdos de su niñez están plagados de algarabía. “Jugábamos en las calles porque no todos tenían televisión, jugábamos detrás la Coronilla cuando todavía pasaba el tren. En San Juan recolectábamos las espinas para hacer una fogata”, recordó.
LA PACHAMANA, LA MAMA Y AWICHA
La existencia de Roberto está marcada por las mujeres de su vida, pues toda su formación y creencias se las debe a su madre, abuela (awicha) y sobre todo a la sagrada Pachamana quien le dio el don de mostrar su tierra a través de sus cuadros.
“Soy agradecido con la Pachamama, siempre estuve muy cerca a mujeres que me han querido mucho. Tengo una serie dedicadas a las mamas, cholas y awichas”, resaltó.
La relación que tuvo con su abuela le permitió acercarse y vivir en conexión con los espíritus de la tierra, ríos, montañas, animales y árboles. La recuerda como una mujer sabia y espiritual, pues leía la hoja de coca, pero además era tejedora y a través de sus tejidos expresaba la belleza de la vida. Los tonos intensos que actualmente utiliza Roberto en sus pinturas son herencia de su awicha, que le decía que los colores oscuros llaman a malos espíritus.
“MI TIERRA ES MI AJAYU”
Roberto Mamani tiene la oportunidad de vivir en cualquier parte del mundo, pero siempre elige regresar a su tierra. En toda su trayectoria como pintor ha vivido en distintos lugares como ser México, Japón, Indonesia, Corea y otros países del Asia; no obstante, su amada Pachamama lo llama a habitar su Bolivia.
“Así ha sido mi vida es tan grande el amor que tengo con mi tierra que me ha dado tanto. Sería feliz en otros países que me han acogido, pero creo que mi ajayu esta acá, pueda que pierda millones, pero aquí tengo el cariño y afecto y es donde quiero estar”, expresó.
Ha viajado por lugares que jamás imaginó pisar y conocido personas que asegura fueron enviadas por los dioses, de las cuales ha aprendido mucho, por ello siempre tiene presente el AYNI que es la reciprocidad. “Cuando uno recibe tiene que devolver, mi inspiración se basa en nuestra cultura y ha motivado a otras personas es un halago y creo que vamos por buen camino”, sostuvo.
UN FENICIO AYMARA
Los primeros recuerdos de Roberto están relacionados con el comercio, pues sus padres sacaron adelante a su familia gracias a esta actividad y actualmente además de ser artista también es un excelente comerciante y emprendedor.
Junto a las tejedoras de Asarti elaboran prendas de lana que son vendidas en el mercado exterior, estas llevan los diseños y esencia de sus cuadros. También elabora barbijos y su último emprendimiento son bolsones.
“Soy un artista de la calle, me gano la vida, a veces dicen que soy un Fenicio Aymara, y tienen razón porque yo me formado en la calle mis padres vendían para el sustento del día sino, no teníamos que comer”, finalizó.
MAMANI EL AGUILA
El apellido Mamani tiene origen aymara y significa águila o halcón y es llevado con orgullo por Roberto, que desde que inició firmaba con este sus pinturas.
Indicó que reafirmó sus apellidos para que quienes lo lleven se sientan orgullosos, pues antes se los cambiaban para no ser discriminados. Contó que actualmente muchas personas que apellidan igual le dicen que están felices de tener un apellido aymara.
Roberto tiene cuatro hijos que además de llevar con orgullo el apellido Mamani, tienen nombres que denotan y reafirman el amor a su cultura, Amaru, Illampu, Maya e Illimani son sus herederos y compañeros de vida. (Priscila Pinell).