Mascarillas, respiradores y ahora el Remdesivir : las tensiones entre las potencias que ha desatado la Covid-19

El Remdesivir, un fármaco fabricado por la empresa Gilead, y considerado como uno de los más prometedores para combatir casos moderados y graves de Covid-19, ha vuelto a atraer posibles tensiones en la comunidad internacional. La administración Trump ha anunciado este miércoles 1 de julio que ha comprado prácticamente todas las existencias de remdesivir durante los próximos tres meses.

Está controvertida decisión deja en una situación complicada a los países europeos y al resto del mundo, ya que tendrán que pelear por un stock mínimo que ha dejado Estados Unidos. Más concretamente, el país gobernado por Donald Trump ha comprado el 100% de la producción proyectada de Gilead para julio, el 90% de la producción en agosto y el 90% de la producción en septiembre, lo que supone más de 500.000 cursos de tratamiento y obliga al resto de países del mundo a luchar por conseguir el 10% restante de los meses de agosto y septiembre, a expensas de que se deslocalice la fabricación y se puedan producir más de los esperados.

«Queremos asegurarnos de que cualquier paciente estadounidense que necesite Remdesivir pueda obtenerlo», ha declarado el secretario de la Casa Blanca Alex Azar en Twitter. Este movimiento genera inquietudes también para las potencias mundiales de cara al futuro y al descubrimiento de la vacuna, porque Estados Unidos ha demostrado cual va a ser su manera de actuar.

En España, sin embargo, la directora de la Agencia Española del Medicamento (AEM), María Jesús Lamas, ha declarado en la Cadena Ser que «no habrá problemas de stock» ya que se mantienen en contacto con la empresa Gilead y no se muestra preocupada por la decisión de Estados Unidos: «Se va a hacer una compra centralizada para la UE. No ha sido una sorpresa lo que ha pasado con EEUU. Venimos trabajándolo desde antes de esta noticia y la coordinación con otros países de la Unión Europea ya nos la habíamos planteado».

La posible tensión internacional que puede provocar el acaparamiento del remdesivir no es la primera que se vive desde que la pandemia de la Covid-19 se extendió a nivel mundial. Las mascarillas, los tests o los EPIs (Equipo de Protección Individual) también han provocado divisiones entre los ejecutivos de diferentes países en los últimos meses.

EE UU y China, más enfrentados que nunca

La superpotencia hegemónica, Estados Unidos, y la emergente, China, han visto como incrementaba la tensión entre ambos con acusaciones de uno y otro lado. La situación previa a la pandemia no era buena, ya que la visión que tienen las administraciones estadounidenses sobre China es de una amenaza constante al poder hegemónico que mantiene EEUU.

El 18 de marzo Trump ignoró las peticiones de China y se refirió en repetidas ocasiones al Covid-19 como el «virus chino». Horas después, el gobierno de Xi Jinping respondió expulsando del país a una docena de corresponsales estadounidenses y sugiriendo, sin pruebas, que el virus fue originado por el personal militar norteamericano destacado en la región china de Wuhan.

Los intercambios de acusaciones se sucedieron, y en mayo Donald Trump anunció que rompía su relación con la Organización Mundial de la Salud (OMS), de la cual es la principal fuente de financiación. Los motivos son que “China ignoró las obligaciones de informar a la OMS y presionó a la organización para que el mundo infravalorara el coronavirus”, pronunció el presidente republicano.

La difícil situación epidemiológica actual de EE UU, con 127.410 muertos y 2,63 millones de contagiados, ha dejado pausadas las tensiones entre los países, a pesar de que el ministro chino de Asuntos Extranjeros, Wang Yi, afirmase el pasado 24 de mayo que “algunas fuerzas políticas estadounidenses toman de rehenes las relaciones entre China y Estados Unidos y empujan a nuestros dos países al borde de una nueva Guerra Fría”.

China y la UE, relación desgastada

La Unión Europea (UE) y China han vivido tiempos mejores. Las medidas de extrema vigilancia digital tomadas por ejecutivo chino sobre su población, sumadas a las violaciones de derechos humanos no han sido bien vistos por los países miembro de la UE.

Cuando la pandemia llegó a Europa y China vivía una situación epidemiológica más relajada, la colaboración entre ambos se incrementó. El país asiático a través de diversas empresas suministró equipos de protección, respiradores y tests. Sin embargo, muchos de estos suministros no contaban con la homologación adecuada y eran defectuosos, provocando el enfado de los países compradores, entre los que se encontraba España.

Por último, una unidad especial de la Unión Europea cuya tarea es analizar el fenómeno de la desinformación, publicó un informe en abril en el que apuntaba a China y Rusia como principales culpables de la difusión de bulos y otras formas de manipulación que se estaba sucediendo durante la pandemia.

España y Turquía en la lucha por los respiradores

A principios de abril, cuando España vivía un escenario de colapso de los hospitales, compró a una empresa otomana un importante cargamento de respiradores que iban a ir destinados a Castilla-La Mancha y Navarra. Cuando el material se encontraba en un avión dispuesto a viajar a España, el ejecutivo presidido por Recep Tayyip Erdogan decidió frenar en seco la operación. 

Ese mismo día, la ministra de Asuntos Exteriores, Arrancha González Laya, dio por perdido el material y afirmó que «por ahora no van a salir de Turquía», y explicó que los diálogos entre países no habían llegado a buen puerto: «El resultado de las discusiones que hemos tenido es que hasta aquí hemos podido llegar».

Un día después, el 4 de abril, hubo un giro de 180 grados en la operación y González Laya publicó en su cuenta de Twitter: “Gracias a Turquía, valoramos el gesto de [este] aliado y amigo”, anunciando que los respiradores viajarían en las próximas horas hacia España, y librando un conflicto internacional en el que se acusaba a Turquía de robar material médico.

República Checa y los test de detección comprados a China

Otro de los países que fue engañado con los test fue la República Checa. El ejecutivo compró un total de 150.000 kits de detección rápida de la Covid-19 a una empresa China. Una vez llegaron al país y se comenzaron a utilizar, se dieron cuenta de que no todos eran fiables.

La prensa local llegó a afirmar que el 80% de los tests comprados eran defectuosos, creando un gran revuelo en el país y culpabilizando a China de estafa. Días después, el gobierno checo salió a desmentir esa información por medio del ministro del interior, Jan Hamacek, que aludió a un problema de «procedimiento», señalando que la causa de que no funcionasen los tests podría ser la metodología utilizada.

Este mismo problema lo sufrieron otros muchos países, como Turquía, Colombia o Reino Unido, generando tensiones internacionales entre estos países y China, a la que se le ha acusado de estafar a diversos países.