Una mujer que murió de un ataque al corazón antes de ser ejecutada por asesinato en Irán fue ahorcada de todos modos para que la madre de la víctima pudiera ejercer su derecho de patear la silla, de la asesinada de su hijo, informan los medios iraníes.
Zahra Ismaili fue declarada culpable de matar a su marido, un funcionario de inteligencia iraní, que había abusado de ella y de su hija. Su abogado Omid Moradi describió cómo la sentenciada se vio obligada a esperar en la fila para su turno en la horca, detrás de 16 hombres condenados y observar cómo los ahorcaban.
Ismaili se desmayó y sufrió un infarto, pero la subieron al andamio y la colgaron de una soga para que la madre de la víctima pudiera patear la silla debajo de sus pies, a pesar que la mujer ya estaba muerta.
La ahorcaron para satisfacer la sed de venganza de otra mujer, misma que reclamaba por la muerte de su hijo pese a que violó a su pequeña niña.
La concesión fue otorgada bajo la ley sharia de qisas (‘ojo por ojo’), una doctrina que otorga a la víctima o familia de la víctima el derecho a la justicia retributiva.
Ismaili fue ahorcada en la prisión de máxima seguridad Rajai Shahr en la ciudad de Karaj, a unas 20 millas al oeste de Teherán.
La República Islámica ocupa el segundo lugar después de China en aplicar la pena capital.
Las Naciones Unidas registró 233 ejecuciones el año pasado, hasta principios de diciembre, incluidas tres que eran adolescentes en el momento de sus presuntos delitos.
Irán sigue ahorcando a personas por delitos no violentos, incluido el tráfico de drogas.
En 2014, Reyhaneh Jabbari fue ahorcada en un caso de alto perfil después de ser condenada por asesinar a un exfuncionario de inteligencia que, según ella, había intentado violarla.
El ahorcamiento de la joven de 26 años produjo una condena internacional generalizada.