Maya se ha convertido en la invitada estrella del Centro de Atención y Derivación de Animales Silvestres. Son cinco ayudantes que masajean el lomo quemado de una apacible sicurí mientras colocan una pomada para reparar la piel dañada. Ella, la sicurí, se deja. Casi parece sentirse adulada por tanto cariño.
El ejemplar mide poco más de tres metros y, según los expertos, se encuentra delgada. Yandery Kempff, directora de Recursos Naturales de la Gobernación, señala que está “desnutrida y deshidratada”. Apenas pesa 15 kilos cuando debería sobrepasar los 25 al tratarse de un animal adulto de 7 u 8 años perteneciente a la familia de las constrictoras.
La rescataron el pasado lunes en la zona Otuquis cuando huía del incendio que afectaba al parque. En un video que circuló por las redes, se veía a la sicurí extendida en la carretera mientras su cabeza descansaba en un pequeño charco de agua. La han bautizado como Maya en referencia al Ministerio de Medio Ambiente y Agua, puesto que el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Cernap) que recuperó al animal, depende de esa cartera.
Los próximos días, Maya será atendida en el zoológico municipal de Santa Cruz para completar su recuperación. Según comenta Kempff, el reptil tiene unos 50 cm de piel dañada por efecto de las quemaduras. Y si bien el tratamiento comenzó en el Centro de Atención y Derivación de Animales Silvestres, el traslado al zoológico responde a las mejores condiciones que disponen para atenderla. “Es un traslado temporal, matiza, porque en cuanto esté recuperada la liberaremos en su mismo hábitat”.
Valor mitológico en la cultura cruceña
Muchas cosmovisiones antiguas consideraban a los reptiles como deidades protectoras del hombre. El arqueólogo del gobierno departamental de Santa Cruz de la Sierra, Danilo Drakic, recupera la estrecha relación que la cultura tradicional cruceña mantiene con los animales silvestres. “Es una relación íntima entre el cruceño y la fauna, una relación de respeto”, apunta. Para nuestros ancestros, continua su explicación Danilo, “los animales de la selva son como deidades con las que compartían la tierra”.
Las leyendas cruceñas destacan la figura del sicurí como protector del agua. El dicho “cuando se va el jichi, se seca la laguna” era una forma de exteriorizar esa relación. Drakic revela que desde mucho antes existe ese respeto y veneración por la víbora, como se demuestra en Santa Ana de Velasco donde se aprecia una representación en piedra de una sicurí de 25 metros de largo en el centro cultural “El viborón”.
El arqueólogo también recuerda que las crónicas españolas del tiempo de la conquista “reconocen que, antiguamente, la gente capturaba y cuidaba a estos animales y los alimentaba para pedirles sabiduría y protección en la comunidad”.
En los pueblos de la Chiquitania se replican infinidad de leyendas que tienen a la sicurí como protagonista de acciones buenas y malas, son formas de explicar la cotidianidad en las comunidades. Agencias