Un terreno enmallado bajo un tanque de agua, la hierba crecida, un pequeño acopio de botellas, un candado oxidado por la lluvia y un tinglado con goteras son toda la protección que tiene el que fue uno de los asentamientos Tiahuanacotas más importantes en Quillacollo.
La Otb Quechisla en la zona de Piñami del municipio de Quillacollo alberga un importante asentamiento de las culturas ancestrales que habitaron los valles cochabambinos, incluso se encontraron vasijas que fueron utilizadas por los Tiahuanacotas entre otras culturas anteriores a los asentamientos incas o quechuas.
Arqueólogos del exterior llegaron hasta la Llajta para estudiar este lugar que desborda cultura e historia, ellos lo llamaron un “reino perdido”, y es cierto, pues si no fuera por el interés de los vecinos, ya habría quedado en el olvido, evidentemente está perdido entre la falta de interés de las autoridades municipales, departamentales y nacionales que no hacen nada para la recuperación y revalorización de este importante asentamiento, en un periodo en el que se habla de la identidad originaria.
LOS YACIMIENTOS DE PIÑAMI
Un documental fue trabajado por la BBC en el que la antropóloga norteamericana, Karen Anderson, da cuenta de los importantes hallazgos en el montículo, además de que afirma que fuera de este espacio también podrían encontrarse más restos.
Según las investigaciones en el 700 después de Cristo (D.C) estuvieron los primeros habitantes del lugar de los que se tiene registro y los más recientes del 1100 D.C.
Cuerpos enterrados con el cráneo estirado forman parte de los hallazgos, pero además se encontraron grandes cantidades de queros que eran utilizados para beber chicha, esto debido a los cultivos de maíz que siempre caracterizaron a la Llajta; el granero de Bolivia.
Cristhian Leaño, presidente de la OTB Quechisla es un joven dirigente que junto a su directiva tiene el sueño de ver convertido el montículo en el primer museo a “cielo abierto” en el país. Contó a LA VOZ que en el lugar se hallaron por lo menos 500 vasijas intactas, además de 15 tumbas y un incensario que es considerado lo más preciado en el lugar pues conservaba la fragancia a incienso que fue ofrecido hace cientos de años.
“Es un puma que sirvió para quemar incienso, es el logo del museo, esta pieza arqueológica aún conservaba el olor”, dijo Cristhian.
RIQUEZA CULTURAL E INDIFERENCIA
LA VOZ visitó el museo de Piñami y evidenció que; si bien, las vasijas y los chullpares fueron trasladados al museo de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), aún se hallan a simple vista restos de cerámicas precolombinas, al igual que las fosas de donde extrajeron los cadáveres. Por información de los vecinos los trabajos de excavación fueron abandonados, por lo que estiman debe haber muchas más cosas por descubrir.
Los trabajos y proyectos quedaron estancados gracias a la indiferencia de las autoridades que, pese a que el lugar fue declarado Patrimonio del Estado Plurinacional, hasta el momento no hicieron nada, por su conservación.
Cristhian señaló que para construir el tinglado tuvieron que mentir al municipio argumentando que querían una “canchita polifuncional”, pues el pedido de preservación del museo no fue relevante para las autoridades de turno. “Se conforman con mandar a cortar el pasto cada cierto tiempo “, expresó.
VECINOS Y ARQUEÓLOGOS
Victor Leaño un vecino recordó que cuando eran niños jugaban en el montículo, lo veían como un parque y empezaron a encontrar vasijas, afirmó que no era difícil hallar objetos arqueológicos.
La OTB Quechisla es un asentamiento minero, se pobló con la relocalización de las minas y fueron los abuelos de los actuales dirigentes que al elaborar adobes para sus viviendas hicieron los primeros hallazgos, buscaron ayuda de la UMSS, pues no sabían qué hacer con todo lo que encontraban, y es así que de a poco fueron entregando las piezas arqueológicas que ahora son expuestas en el museo de la universidad.
Los vecinos están interesados en que el museo sea reactivado, pues generaría movimiento económico en la zona, además de ser una fuente de cultura e historia. El proyecto tiene un costo aproximado de 5 millones de bolivianos.