Con su traje guindo perfectamente ajustado, un sombrero y lentes, el niño lucía como un verdadero experto en el paso de la banda. Pero lo que realmente conquistó al público no fue solo su destreza en el paso, sino la chispa de picardía que derrochaba.
Con cada movimiento, mostraba gracia y seguridad junto a los adultos de su banda, pero con una frescura que solo los más pequeños pueden transmitir.
El pequeño platillero, que desfiló junto a su banda por la calle Bolívar y luego subió hasta la calle La Plata, mostró con su rendimiento que el arte de la danza y la música sigue siendo una tradición que no entiende de edades.