Si investigamos un poco en la literatura científica los síntomas de la resaca, veremos que se han intentado justificar por diferentes motivos. El primero de ellos es la deshidratación.
Pero también se apela a la alteración de la concentración de sustancias endógenas (que se producen en el cuerpo de manera natural) como la glucosa o algunas hormonas. Esto podría suceder por la ingesta de grandes cantidades de alcohol, que da lugar a concentraciones elevadas de etanol y de sus productos de degradación en sangre.
En estos últimos años, algunos investigadores han relacionado el malestar y los síntomas con un origen inmunológico que desencadena la liberación de sustancias endógenas relacionadas con el dolor y con los procesos inflamatorios. Estas serían las causantes del dolor de cabeza y del malestar corporal general.
Mientras dejamos a los investigadores e investigadoras que identifiquen las verdaderas causas de la resaca, evaluaremos qué fármacos tenemos a nuestro alcance para lograr llevar estos síntomas de la mejor manera posible. Para ello, debemos entender primero cómo actúa el alcohol en nuestro organismo.
ASÍ DISCURRE EL ALCOHOL POR SU CUERPO
Cuando tomamos una bebida alcohólica, el etanol que contiene se absorbe con gran rapidez en el tracto gastrointestinal para después llegar al hígado. Este órgano se encarga de la metabolización a través de unas enzimas denominadas alcohol deshidrogenasa (ADH).
Si se mantiene la ingesta de alcohol durante períodos prolongados, la intensa actividad enzimática hepática puede repercutir sobre la salud del propio hígado. Este puede sufrir alteraciones debido a la acumulación de metabolitos del etanol que pueden dañar a las células hepáticas.
Además, estos productos de degradación pueden provocar inflamación y dar lugar a la aparición de un hígado graso por alcohol, que es la etapa inicial y más temprana de las alteraciones que puede sufrir el hígado y que puede desencadenar una hepatitis alcohólica o una cirrosis en los casos más graves.
TRAS NOCHES DE DESENFRENO, IBUPROFENO, NO PARACETAMOL
Si ya ha pasado por una de estas etapas habrá recurrido al paracetamol o al ibuprofeno esperando resultados milagrosos para mitigar los síntomas. Pero ¿conoce cómo funcionan estos fármacos?
En primer lugar, el paracetamol es un fármaco con propiedades analgésicas y antipiréticas, muy eficaz para controlar la fiebre o tratar el dolor. Por eso es uno de los medicamentos de elección para tratar procesos que cursan con dolor.
Sin embargo, estas moléculas no tienen actividad antiinflamatoria, por lo que si el dolor está asociado a procesos inflamatorios es menos eficaz.
Este medicamento, a dosis terapéuticas, es seguro y no presenta efectos tóxicos. Una vez absorbido y en el torrente circulatorio se metaboliza en el hígado y la molécula intacta y sus metabolitos se eliminan a través del riñón principalmente.
Por su parte, el ibuprofeno pertenece al grupo de antiinflamatorios no esteroideos y posee actividad antipirética, analgésica y antiinflamatoria. Normalmente se prescribe para dolor causado por procesos inflamatorios como puede ser artritis, dolor de dientes o muelas, lesiones musculares o dolor menstrual.
A diferencia del paracetamol, el ibuprofeno no produce daños a nivel del hígado, si bien debido al propio mecanismo de acción antiinflamatorio puede afectar a la mucosa gástrica y dañar esta barrera protectora del estómago. Pero lo hará en menor medida que otros fármacos del grupo de los antinflamatorios.
El paracetamol hará trabajar más a nuestro hígado si hemos consumido alcohol. El problema de tomar paracetamol tras una excesiva ingesta de alcohol está relacionada con el mecanismo de metabolización de ambos.