Cuando le tocó asumir ese cargo no había nada que objetar. Usted no lo había buscado. De pronto se encontró con que las renuncias mal calculadas del Presidente Evo Morales y de sus máximas autoridades (Adriana Salvatierra, Víctor Borda y Susana Rivero) la colocaban a usted como presidenta interina con la función principal de convocar a elecciones (y no me meto con el tema de si hubo o no “golpe” de Estado, ya que en todo caso el primer “golpe” se lo dio el propio Evo cuando se pasó por encima del referéndum del 21 de febrero). Por tanto, usted asumió la Presidencia con toda legalidad, pero como presidenta interina, y lo primero que hizo fue convocar a elecciones. Hasta ahí todo bien.
Pero es evidente que muy pronto le cogió gusto al ejercicio del poder y decidió presentar su candidatura a la Presidencia, decisión que no se puede calificar de ilegal, pero sí de inconsecuente, ya que iba a resultarle difícil compaginar sus responsabilidades como Presidenta y sus intereses como candidata. Y, efectivamente, empezó a perder el norte, y empezó a disfrutar de su cargo con sucesivas decisiones, que podemos calificar por lo menos de poco responsables.
Cuando se desata la pandemia del coronavirus, su autoridad decreta estado de excepción, decreto indiscutiblemente correcto, pero contradictoriamente es usted la primera en contradecir su decreto con la gran celebración pública del cumpleaños de su hija…
Luego antepone sus personales convicciones religiosas a los principios constitucionales y se esmera en llevar la Biblia al Palacio de Gobierno. La Biblia es una colección de libros muy diferentes y que usted parece no conocer a fondo; pero en todo caso, la Biblia no tiene nada que hacer en la gestión de un Estado que constitucionalmente se declara laico (por supuesto con respeto por todas las creencias religiosas, pero como un tema de régimen privado).
Entre paréntesis, ¿conoce y comparte usted ese versículo del “Eclesiástico” que dice: “Gracias te doy, Señor, porque no me hiciste ignorante, porque no me hiciste gentil, porque no me hiciste mujer?”. Pero igual, aunque la Biblia fuera una colección de libros totalmente convincentes, no tiene nada que ver en el palacio de un Estado laico.
Peor aún, hace unas semanas nos da la sorpresa de organizar la “bendición” de varias ciudades (otra vez la manía religiosa en un Estado laico), pero además una bendición costosa (con gastos de helicópteros y avionetas que no vuelan gratis). Y con el mismo subjetivismo autoritario organiza tres vuelos (en aviones de la FAB) para hacer pasear a Miss Rurrenabaque.
¿No era que estábamos viviendo una crisis nacional que tiene a nuestros niños y niñas sin escuela y a cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas sin poder trabajar? ¿Se puede explicar que la propia Presidenta del Estado promueva semejantes desigualdades? En medio de sus preocupaciones frívolas y religiosas ¿le quedan energías para preocuparse de la situación de la salud pública en el país? Siempre fue un desastre, y eso no es responsabilidad de usted, pero en plena pandemia nos gustaría saber qué se está haciendo para mejorar esa situación…
Y mientras tanto ¿qué pasa con el presente y futuro del Estado que usted preside? ¿Son ciertas las denuncias sobre las irregularidades que se denuncia en YPFB, la empresa clave de este Estado con un futuro cada vez más incierto? ¿Qué hay de cierto en las supuestas “venganzas” contra la Red Gigavisión? ¿Nos podría informar sobre esos y muchos otros problemas en vez de ocuparse de cumpleaños y “bendiciones”?
Perdone la franqueza, pero Bolivia no es su “estancia”, señora Jeanine, es el Estado que usted temporalmente preside y que tiene graves problemas pendientes. Y eso no se resuelve con sonrisas…
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (Cueca) de Cochabamba. Paginasiete.bo