Cuando el sacerdote Adrián Lozano se acercó para absolver de sus pecados a un paciente de coronavirus en un hospital de Ciudad de México, al enfermo le sobrevino un ataque de tos. Y al cura una pregunta crucial: ¿retroceder o consolar?
Mientras el paciente se ponía una máscara de oxígeno para seguir respirando, Lozano ahondaba en su reflexión: ¿Qué hubiera hecho Jesús?”. Hoy sigue visitando a los enfermos de covid-19 junto con otros dos sacerdotes.
“Me dije: ‘Si me hago para atrás protegiéndome, le voy a aumentar su soledad, su sensación de rechazo’”, cuenta a la AFP el religioso de 53 años frente a un crucifijo y una imagen de la Virgen en una parroquia en el sur de la capital.
“Jesús no se hubiera echado para atrás”, sentencia.
En la misma iglesia, el padre Andrés López, de 35 años, hace una demostración del protocolo que sigue en el hospital: se cambia la sotana negra por un overol blanco, bata, guantes, máscara y gafas para asistir espiritualmente a los contagiados.
Lozano, López y el padre Roberto Funes, de 49 años, visitan una vez por semana a pacientes de covid-19 en el Hospital General de México, lo que les ha exigido aprender técnicas de protección y manejar el miedo.
Acogen así el llamado del papa Francisco, quien ha pedido a los sacerdotes visitar a estos enfermos. Agencias