En el año 2004, Pablo Víctor Cuchan asesinó brutalmente a Luciana Moretti, quien era su novia por aquel entonces. La mató, la descuartizó y sus restos fueron quemados en una parrilla durante horas, para luego descartar lo que quedaba del cuerpo en distintas partes de la ciudad de Bahía Blanca, donde al día de la fecha se recuerda el caso que conmocionó a un país entero.
Nueve días después del sábado 16 de octubre del 2004, la última vez que se la vio con vida a la joven de 15 años, un vecino que caminaba junto con su esposa por las vías del tren de la localidad de Ingeniero White, encontró un cráneo y pensó que se trataba de los restos de un perro.
Sin embargo, en ese momento se conocería el principio de uno de los crímenes más sangrientos y macabros del país: se trataba del cráneo de Moretti, reconocido por su odontólogo a partir de los arreglos en las piezas dentales dado que aún no tenía las muelas de juicio.
Cuchán participó en marchas exigiendo la aparición con vida de Moretti, la misma persona que en la madrugada del sábado 16 de octubre de 2004 se encontró con la joven de 15 años a partir de registros de llamados telefónicos, con quien mantuvo una relación al vivir a pocas cuadras de la casa de la víctima. La investigación apuntó a que el agresor trató de bloquear el número desde donde llamaba a la víctima.
El femicida fue detenido y juzgado en 2007. Durante un allanamiento a la vivienda del imputado, se hallaron las tres cuchillas presuntamente utilizadas durante el homicidio y las bolsas de leña con la cual se prendió fuego para incinerar el cuerpo en la parrilla.
La investigación también determinó que tras ser quemados, los restos de la chica fueron arrojados en una bolsa en el patio de la casa de Cuchán —ubicada en Juan Valle al 3600—, en una chatarrería y en un descampado. El detenido justificó su accionar por estar «asustado» tras una “sobredosis” de cocaína de la víctima y que procedió a descuartizarla y quemarla en la parrilla de su casa.
Los investigadores encontraron dentro de una lata de helados un mechón de cabello de Luciana, un rosario y un aro de corpiño; como parte del «trofeo» que el femicida se quedó en su vivienda. «Tenía la mirada de un asesino», llegó a expresar la madre de la víctima a la prensa, en medio de los reclamos por justicia.
Cuchán había sido condenado a la pena de 18 años en 2007, pero en 2010 el Tribunal de Casación Penal bonaerense le redujo la pena a 17 años.
Tres años después del crimen, Cuchán mantuvo su postura de una «sobredosis» y que «no veía salida». «En el apuro, en el arrebato, la vi recostada sobre la cama y con la lengua dada vuelta», agregó en el juicio, y aseguró que «Luciana ya no era Luciana y el cuerpo estaba sumamente pesado. En ese momento agarré las bolsas de leña, el solvente y prendí fuego todo».
Viviana Lozano, una de las abogadas que representó a la familia de la víctima, expresó a la prensa que el femicida siempre «se mostró frío» y que «no dejaba de mentir». En tanto, dijo que fue un caso «sin antecedentes en la historia judicial de Bahía Blanca» en el que se contaba «con algunos restos óseos y muy poco material para determinar la causa de la muerte».
«Si no podíamos establecer que había sido asesinada el caso quedaba impune dado que, si hubiera sido muerte natural, lo que se le hubiera hecho a un cadáver no era delito», agregó la letrada.
Los padres de Luciana ya no están con vida: Julio Moretti en 2015 y en 2021 su esposa, a raíz del Covid-19. El papá de la joven asesinada habló con el canal 7 local y expresó una frase que describe el perfil macabro del femicida: «El comentario que me llegó es que Cuchán pedía un aplauso para el asador, o sea que estaba haciendo un asado para disimular». Agencias