De a poco, los muros se van cayendo. Aunque aún es un tema difícil de abordar en el mundo del deporte, en los últimos tiempos han sido varios los atletas que han hablado públicamente de su homosexualidad. Con el objetivo de terminar con los prejuicios y de combatir la discriminación que aún reina en este espacio, el francés Guillaume Cizeron se sumó a este grupo de personas que levantan con orgullo las banderas de la comunidad LGBTIQ+ en el ámbito deportivo.
El pasado 17 de mayo, con motivo del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, el exitoso patinador sobre hielo de 25 años compartió una foto junto a su pareja en su cuenta de Instagram. Fue la primera vez que se mostró públicamente con él. Aunque él nunca le había ocultado su homosexualidad a su círculo íntimo, el gran público aún no lo sabía. Fue así como hizo su salida del clóset definitiva.
Esta apertura hacia la sociedad es un alivio en un camino que no fue fácil para Cizeron. No siempre pudo vivir su orientación sexual con libertad y en plenitud. De hecho, durante su infancia y su adolescencia este fue un tema que lo atormentó. La mirada prejuiciosa de los otros y las conductas discriminatorias le valieron momentos de mucha tristeza.
El cuatro veces campeón del mundo (en pareja con su compañera Gabriella Papadakis) escribió una sentida carta para el diario francés L’Equipe. En ella contó las dudas que tuvo de pequeño, cómo pesaron en él -y cómo aún todavía lo hacen- los estereotipos de género, los insultos en su juventud y las desgarradoras consecuencias emocionales de todo eso.
Con este escrito, Cizeron busca alentar a que nadie más deba atravesar esos difíciles momentos y a abrir el camino para que otros deportistas puedan vivir su vida en libertad, sin importar su orientación sexual.
La carta completa de Guillaume Cizeron publicada en L’equipe:
«‘¿Eres una niña o un niño?’ Me preguntaron mis compañeros de clase cuando era niño, generalmente seguido de risas y burlas de otros estudiantes. ¿Era una niña o un niño? La pregunta no me pareció tan incongruente. Muy joven recuerdo haberme preguntado sobre mi identidad y mi género. Recuerdo muy claramente enfrentar a mi madre: ‘Mamá, ¿soy niña o niño?’
«Obviamente, todavía no podía entender o verbalizar mis preguntas, pero tenía la sensación de ser diferente. Diferente de otros muchachos. Estaba aterrorizado de haber nacido en el cuerpo equivocado, durante mucho tiempo no sabía que ser gay era una posibilidad, solo pensé que algo estaba mal conmigo. No quiero alentar los estereotipos, pero siempre he estado más inclinado a jugar con muñecas, disfrazarme y maquillarme. Muy rápidamente, entendí que los niños no deberían “jugar” a las Barbies. Entonces me detuve. Me senté en la cama, mirando a mis dos hermanas vestir a sus muñecas.
En la escuela primaria, solía estar solo, no quería jugar fútbol con los niños, y algunos días, mis amigos querían quedarse con las niñas. Entonces me senté en un rincón, ni niña ni niño, en algún lugar entre los dos, esperando desesperadamente el sonido del final del recreo. En la universidad, pasé mucho tiempo en el baño, escondiéndome para no ser perseguido o no tener que sufrir la humillación de la soledad. Era un chico extremadamente tímido y terriblemente sensible, casi nunca respondía insultos. Marica, marica. Los insultos puntuaron mi vida diaria y pronto se convirtieron en esta melodía poco saludable en el fondo de mis pensamientos. La adicción es el vicio del bullying, te acostumbras a la violencia, Se vuelve normal. Y muy a menudo terminamos creyendo que lo merecemos. Aquellos que hemos sido llevados a creer que no merecemos ser, debemos luchar constantemente contra esta versión de nosotros mismos moldeada por otros.
Incluso hoy a veces me encuentro censurando algunas de mis acciones, expresiones faciales o palabras, por vergüenza o por miedo a disgustarme. Llevo varios años intentando hacer este trabajo interno que consiste en redescubrir y aceptar las partes de mí que tenía que ocultar, enterrar, eliminar. Cada ser humano tiene una parte de masculinidad y feminidad en él, le guste o no. Personalmente, cultivo y celebro ambos, tanto en la vida como en el hielo. Las dos energías son muy complementarias y me divierto aprovechando uno u otro dependiendo de los roles que bailo en el hielo.
¿Por qué hablar de todo esto hoy me preguntarás? He estado meditando sobre esto durante unos meses, y después de hablar con algunos a mi alrededor, me di cuenta de que si mis palabras tenían el poder de ayudar a una sola persona a amarse mejor, a aceptarse, entonces valdría la pena hablar. Hoy, a pesar de los grandes avances en el camino hacia la tolerancia, la lucha no ha terminado. Considero que mi silencio no serviría a la causa y sería más sinónimo de indiferencia que de tomar una posición. Incluso mi convicción es que la verdadera tolerancia significaría no tener que abandonar el clóset, ya que un heterosexual nunca tuvo que revelar su orientación.
En un mundo ideal, nadie tendría que justificar sus atracciones sexuales o románticas. Como alguien querido para mí una vez me dijo: “Mereces ser amado. Simplemente porque existes». Todos merecen amor y dignidad, ya sea que se identifiquen como un hombre, una mujer, o ninguno, si se sienten atraídos por un hombre, una mujer o ambos. Solo queremos que se nos permita vivir en paz, con el respeto, el amor y los derechos que merecemos. Pero mientras espero que este mundo exista, me gustaría que las personas que se identifican al leer mis palabras sepan que no están solos. La forma en que nos tratan no tiene que definir en quién nos convertiremos o qué éxito experimentaremos. Preservar su dignidad y cultivar su riqueza interior son las claves.