Era un sábado de Semana Santa en México, cuando la joven Irene Garza se dirigía a misa casi impecable a pesar de la lluvia. Según su familia era bastante hermosa y llamativa, aunque muy devota en las creencias que le habían inculcado.
Gracias a su belleza, fue elegida Miss Sur de Texas, cuando apenas tenía 23 años de edad. Era conocida en su localidad, puesto que se desempeñaba como maestra de segundo grado en una escuela primaria donde asistían niños necesitados.
Ese sábado de Semana Santa le informó a sus padres que iría a misa y aprovecharía para confesarse; algo que a ellos no les pareció nada extraño. Esa noche llegó a la iglesia, donde fue vista por varios feligreses cerca de las 7 de la tarde.
Cuando la noche llegó e Irene no había vuelto a casa, sus padres asumieron que se había quedado en la iglesia para la vigilia pascual, pero al ver que las horas de la madrugada se asomaban y la joven no volvía, los progenitores decidieron ir a la comisaría para reportar la desaparición de su hija. Al amanecer la búsqueda comenzó, pero la familia no esperaba que el Domingo de Resurrección de esa semana fuera un día de muerte.
La última persona en ver con vida a la bella docente fue el sacerdote John Bernard Feit, quien tenía 27 años y estaba temporalmente en aquel templo. Tras ser interrogado aseguró no saber nada de Irene. Gracias a una ardua búsqueda, el cuerpo sin vida de la joven fue encontrado días más tarde en el cauce de un canal de irrigación, que tras someterse a una autopsia se confirmó que había sido violada, agredida y terminó muriendo por asfixia.
El principal sospechoso siempre fue el sacerdote Feit, tomando en cuenta que sus declaraciones, en las ocasiones que se le interrogó, cambiaron considerablemente, tenía cuestionables heridas en su cuerpo y había evidencia significativa que lo incriminaba; sin embargo, debido a la protección que la iglesia católica le brindaba y la extraña actitud de las autoridades competentes, nunca fue puesto tras las rejas. Agencias