Agencias
Según MedlinePlus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, la rinitis alérgica es un diagnóstico asociado con un conjunto de síntomas que afectan la nariz. Se presentan cuando usted inhala algo a lo que es alérgico, como polvo, caspa o polen. Los síntomas también pueden ocurrir cuando usted consume alimentos a los que es alérgico.
En ese sentido, la confusión entre un resfrío persistente y esta afección puede tener consecuencias significativas para la salud. De acuerdo con la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC), la rinitis alérgica puede pasar inadvertida y subdiagnosticada, especialmente durante la primavera, cuando el polen incrementa la intensidad de los síntomas.
La rinitis alérgica se manifiesta con signos como nariz tapada, estornudos frecuentes, lagrimeo y picazón en garganta, ojos y paladar, síntomas que a menudo se confunden con los de un resfrío común. Sin embargo, los especialistas de la AAAeIC advierten que experimentar más de cuatro episodios de resfríos intensos al año, con una duración superior a los diez días, puede ser un indicio de esta enfermedad crónica.
La doctora Silvana Monsell, presidenta de la AAAeIC, subrayó que el subdiagnóstico es elevado porque “muchas personas creen tener ‘resfríos prolongados y reiterados’ cuando en realidad conviven con una enfermedad crónica que exige atención especializada”, según declaró a la asociación. Además, la llegada de la primavera agrava la situación, ya que “incrementa la presencia de polen en el ambiente, lo que exacerba los síntomas en muchos de los pacientes, sobre todo aquellos que presentan rinitis alérgica estacional”, completó la especialista.
El origen de la rinitis alérgica radica en una reacción exagerada del sistema inmunológico ante alérgenos ambientales como polvo doméstico, ácaros, pólenes, hongos, pelos de animales o incluso insectos como la cucaracha. La enfermedad puede presentarse de forma intermitente o persistente, dependiendo de si los síntomas se manifiestan más de cuatro días a la semana y durante más de cuatro semanas.
La doctora Carla Ritchie, vicepresidenta de la AAAeIC, explicó que “al entrar en contacto con el alérgeno, el sistema inmunológico de la persona sensible libera anticuerpos (denominados IgE) y mediadores inflamatorios, lo que provoca los síntomas típicos como estornudos en salva; rinorrea acuosa (nariz que ‘gotea’), obstrucción nasal, lagrimeo y enrojecimiento ocular y picazón de nariz, garganta, oídos y paladar, entre otros”.
Distinguir entre un resfrío común y la rinitis alérgica resulta fundamental para un diagnóstico preciso. Los especialistas señalan diferencias clave: mientras que un resfrío viral suele resolverse en siete a diez días, la rinitis alérgica puede persistir durante semanas o meses; la fiebre es rara en los resfríos y nunca está presente en la rinitis; la picazón ocular es característica de la rinitis alérgica; y la recurrencia de los síntomas es típica en personas alérgicas.
El diagnóstico se basa principalmente en la evaluación clínica y en pruebas específicas. Ritchie explicó que “el diagnóstico clínico sigue siendo la principal herramienta, pero además existen técnicas complementarias de gran utilidad, como las pruebas cutáneas, que consisten en colocar gotas de alérgenos en el antebrazo y realizar una pequeña punción para ver si se genera una roncha que confirma la alergia cuando el paciente tiene síntomas compatibles con la exposición a dicho alérgeno”.
Ante la sospecha de rinitis alérgica, la recomendación es consultar a un especialista en alergia, quien puede indicar estrategias tanto preventivas como terapéuticas. Entre las medidas sugeridas se encuentran evitar los cambios bruscos de temperatura, reducir el contacto con polvo, ácaros, humedad y mascotas cuando sean los desencadenantes, limpiar frecuentemente la ropa de cama y alfombras, y evitar salir al aire libre en los horarios de mayor concentración de polen, que suelen ser entre las 7:00 y las 9:00 y después de las 18:00.
En cuanto al tratamiento farmacológico, existen antihistamínicos, corticoides intranasales en spray, que se utilizan a diario para reducir la inflamación; y vacunas de inmunoterapia.
